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Desafíos que afrontan las etnias mayas ante la discriminación

La psicóloga Lorenza Laynes se ha concentrado desde el 2007 en la recuperación y fortalecimiento de la identidad de niños y jóvenes mayas que viven en zonas urbanas, especialmente la capital, en donde se ven sometidos a diversas situaciones que los hacen perder sus raíces: idioma, traje, autoestima étnica y otros indicadores culturales.

La experta Lorenza Laynez afirma que es clave trabajar en la recuperación de la autoestima étnica de los niños y jóvenes indígenas. (Foto Prensa Libre: Paulo Raquec)

La experta Lorenza Laynez afirma que es clave trabajar en la recuperación de la autoestima étnica de los niños y jóvenes indígenas. (Foto Prensa Libre: Paulo Raquec)

CIUDAD DE GUATEMALA- Además de esta amenaza a la identidad de estos pueblos, Laynez, directora de la Asociación Q’ukumatz, también visualiza como tales las condiciones de pobreza y exclusión política, sobre todo porque en época electoral “los candidatos se aprovechan de las necesidades de los pueblos, sin ofrecerles una verdadera estrategia de desarrollo”.

¿Qué desafíos afrontan las etnias mayas de Guatemala?

El mayor desafío empezó hace 517 años, por la colonización. Aún así los pueblos han sobrevivido circunstancias que han violentado su cosmovisión. Actualmente, la globalización y las políticas excluyentes los invisibilizan. Por eso la ONU declaró el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, para hacer ver que los retos tienen que ver con la atención de necesidades básicas como educación, salud y respeto a sus derechos fundamentales.

No obstante recalca que hay grupos que utilizan esta reivindicación como un mensaje políticamente correcto pero vacío de acciones concretas.

¿Se han dado avances?

El tejido social se hace más débil en Guatemala. En los años 90, después de los Acuerdos, se hablaba de un tejido fracturado, pero hoy es una herida abierta y con mucha sensibilidad.

Cuando habla del tejido social, ¿se refiere a todo el país o solo de los pueblos mayas?

Cuando vino la firma de la paz, en 1996, hubo un movimiento de pueblos indígenas que fue una oportunidad: había una cohesión alrededor de ciertas temáticas. Pero hoy día las mismas condiciones sociales y económicas hacen que ya cada grupo se fragmente: unos para un tema agrícola, otros al cooperativo, otros con mujeres o nosotros, que trabajamos con niños y juventud, específicamente en la capital. Se puede hablar de una catarata de situaciones que debilita el tejido social.

Eso, por no mencionar la representación política indígena en el Congreso.

Es muy limitada, pero más preocupante aún es la representación de mujeres indígenas. Ellas acuden a votar y están informadas: eligen, pero difícilmente pueden ser electas. Actualmente se habla de las famosas reformas a la Ley Electoral, con cuotas para ellas, pero no es fácil porque tenemos una estructura patriarcal.

En informes de desarrollo humano se habla de una triple exclusión: por ser mujer, ser indígena y ser pobre.

Así es, pero hay otros males: el aprendizaje y continuación del modelo machista. No hace falta ser mujer para ver las necesidades de las mujeres, ni hace falta ser indígena para darse cuenta de las necesidades de comunidades indígenas o no indígenas. Las necesidades de un maya en la capital las puede tener también una persona no indígena en Zacapa. A veces decir ser indígena, ser pobre, ser mujer puede quedarse solo en el discurso.

Hay que asumir posturas de más exigibilidad de derechos para todos.

Es decir que tal tipo de expresiones pueden, en dado momento, perder su sentido y fuerza para ser solo un discurso políticamente correcto.

Definitivamente. Yo puedo convencerme de la pobreza y hacer de ella mi caballito de batalla, pero debo no solo predicar las leyes y declaraciones de principios, porque el papel aguanta con todo. Allí afuera hay una realidad de pueblos, mujeres, niños, indígenas, de la que mucho se ha dicho, pero ¿cuándo vamos a monitorear costos, presupuestos, proyectos? Allí es donde hay una decepción muy grande. Porque pueden estar las líneas presupuestarias, los anuncios de que “vamos avanzando”, pero la gente sigue sobreviviendo con lo poco que tiene. Debe haber un cambio en las estructuras.

¿Cómo debería ser?

Políticas y leyes hay, pero a veces sin reglamento. Después hay reglamento, pero no implementación. O tal vez hay implementación, pero no hay presupuesto. Eso va decepcionando a la población indígena. ¿Cómo voy a participar, a dialogar, si mi condición de vida se deteriora?

Se acerca una nueva elección y una nueva campaña electoral.

En las poblaciones se cree a los candidatos que llegan a ofrecer beneficios. Los pueblos son nobles, tienen la cultura de respetar la palabra. Pero cuando no se cumple, vienen los problemas. Eso, aunado a que en las comunidades hay muchas necesidades: nadie va a decir que no le den unas láminas o unas libras de azúcar o de maíz, pues la necesidad es real.

Esto también genera un estereotipo de que creen que los pueblos son tontos, porque reciben la libra de arroz, la palangana o la pelota, y creen que con eso lo tienen contento. El desafío más grande para los partidos políticos es dejar de utilizar a los pueblos: muchos se aprovechan de la vulnerabilidad. Se vuelve un círculo perverso, se aprovechan de las carencias y se enfocan en dar un calmante, pero no plantean estrategias serias. Recuerde que, al final, el ser humano es de costumbres, y eso de dando y dando, recibiendo y recibiendo trae muchas consecuencias graves.

¿Cómo cuáles?

La gente sabe que el camino que le ofrecieron hace 15 o 20 años no va a llegar. Eso es triste porque se pierde el sentido de los procesos democráticos y la gente prefiere no participar. Los políticos no pueden ser indiferentes al sufrimiento que pasan mujeres, niños, ancianos: deberían tener un código de ética y un valor fundamental, no mentirles.

¿Cuál es el área de trabajo de Q’ukumatz?

La niñez y juventud que crece en áreas urbanas tiene un contexto adverso: a menudo sufre acoso en la escuela. En estudios que hemos hecho sobre cómo visualizan la violencia, ellos colocan la discriminación y el racismo. En sus familias se sienten libres de vivir sus valores, pero en las escuelas sufren burlas por sus tradiciones, su vestidura, su pelo, o porque no saben hablar bien el castellano. Los estereotipos dañan su autoestima. Es así como se ve a familias indígenas en que la mamá lleva su traje, pero sus hijas ya no. Esto es grave porque la adolescencia define la personalidad y la identidad: si se pierden estos indicadores en esta etapa, es difícil recuperarlos.

A veces las adolescentes mayas llegan a la capital por redes de trata.

Es triste, pero hay redes en los pueblos que son organizadas por otros mayas. Ofrecen trabajo a jóvenes que tienen necesidad y aceptan. Pero a veces caen en condiciones de explotación o los obligan a pedir limosna, o bien en tortillerías. El caso es que aún allí ganan cierto ingreso, pero si los sacan de allí, los institucionalizan o los regresan a su pueblo, no tienen ninguna alternativa para desarrollarse.

COMENTARIO

“Pueden estar  los anuncios de que  “vamos avanzando”, pero la gente sigue sobreviviendo con lo poco que tiene. Debe haber un cambio en las estructuras”. Lorenza Laynez, psicóloga quiché.

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