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“Siempre podría ser peor”, diálogo con Alan Tenenbaum

Dos horas de fisioterapia al día, trabajar desde casa en promocionar su libro —En la silla de Morfeo— y en la creación de una fundación, además de impartir charlas en las que comparte su experiencia para motivar a otros, son parte de las actividades diarias de Alan Tenenbaum, de 32 años, quien a los 26 se fracturó dos cervicales, lo que le provocó una lesión de médula que lo dejó cuadripléjico.

Portada del libro En la silla de Morfeo. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

Portada del libro En la silla de Morfeo. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

CIUDAD DE GUATEMALA-“Las cosas siempre podrían ser peores”, es el pensamiento que Tenenbaum sostiene desde el accidente y que lo mantuvo sereno y con un nivel de aceptación de una situación incomprensible para muchos, pero que para él y su familia ha sido clave para continuar con su vida y hacer de esta una inspiración para otros.

¿Qué recuerda del accidente?

Yo desperté cuando me sacaron de la piscina. Solo recuerdo que no podía mover mi cuerpo, solo podía mover los hombros, en los que sentía dolor, para arriba, y me sentía muy fatigado. Me dejaron acostado un rato en la orilla, me dieron suero, pero yo vomitaba todo. Yo solo quería descansar y les decía que cuando despertara mirábamos qué hacíamos, pero después de un rato hablamos con mi familia y me regresaron a la capital.

¿Cuándo te enteraste de lo que te había sucedido?

En el hospital, en realidad yo no me enteré de mi diagnóstico. A mí me tuvieron que operar de una vez y luego me indujeron en un coma como por tres días. Cuando desperté pregunté qué me había pasado, pero como que no me querían decir. Imagino que porque de cierta forma mis papás creían que podía mejorar. Al ver las radiografías, a ellos les dijeron que mi cuadro era muy parecido al de Christopher Reeve —actor que interpretó a Superman y que quedó cuadripléjico tras un accidente ecuestre—. Él solo podía mover sus párpados y labios. Entonces, al ver que yo podía mover un poco los brazos pensaron que podía seguir mejorando todo.

Cuando el médico, acá en Guatemala, lo autorizó, viajé a un hospital en Miami, EE. UU. Tanto yo como mi papá creíamos que iba a regresar caminando. Fue allá que me enteré realmente de la magnitud de lo que me pasó. Allá me volvieron a sacar radiografías y me dijeron realmente lo que estaba pasando. Tal vez de allí a dos años podía ir mejorando y ganando sensibilidad y movimiento, pero después de los dos años me podría dar cuenta de cómo quedaría el cuadro médico. Allí me enteré de la lesión medular. Allá estuve seis semanas y en realidad fue un aprendizaje de cómo vivir con una lesión medular. Aprendí el tipo de fisioterapia que necesitaba y muchas otras cosas para llevar mi vida en silla de ruedas.

En algún momento se hizo la pregunta: ¿Por qué a mí?

No. Al contrario, siempre me enfoqué en que gracias a Dios me sacaron a tiempo de la piscina. En que pudo haber sido mucho peor.

Hoy podría ni siquiera estar acá. Entonces siempre me enfoqué en que gracias a Dios estoy vivo y mi mente está intacta. Nunca me pregunté o lamenté de por qué me pasó esto. Siempre lo tomé tranquilo y siempre he considerado que las cosas siempre pueden estar peor.

Me habría podido morir, tener daño cerebral, o tener un cuadro aún más drástico. Las cosas siempre pueden estar peor y yo estoy bastante bien.

Por alguna extraña razón estuve muy tranquilo siempre. Lo acepté muy bien desde el principio. Mucha gente se extrañó de lo bien que lo tomé, porque pareciera que se me debió haber venido el mundo encima, pero estoy bien.

¿Cambió su forma de ser o pensar luego del accidente?

No he cambiado mucho en cuanto a personalidad y filosofía, sigo siendo el mismo, pero sí valoro mucho más la vida ahora. Me pude haber muerto allí, entonces sí me he puesto a pensar que por alguna razón sigo aquí.

¿Cuándo surge la inquietud de escribir el libro En la silla de Morfeo?

En Miami, mi familia y mis amigos siempre estuvieron pendientes de mí. Entonces decidí escribir una nota en Facebook para contar mi diagnóstico y lo que estaba haciendo allá.

A raíz de la nota, varias personas me sugirieron que escribiera un libro. Mis hábitos de lectura habían sido muy malos, no lo digo con orgullo, pero es una realidad; entonces lo veía difícil, pero tengo unos amigos bien metidos en la lectura y me empezaron a llevar a talleres de escritura, lo cual me incentivó. Sabía que si escribía un libro iba a ser de mi accidente. Finalmente, me decidí.

¿Qué lo hizo decidirse?

Transmitir un mensaje. Siento que hay mucha gente que se queja por cosas insignificantes: “que hay mucho tráfico, que se me pinchó una llanta, que llegué tarde…”.

Obviamente son cosas que molestan en el momento, pero por las que no vale la pena ahogarse en un vaso de agua. Quería transmitir mucho positivismo y también explicar sobre las lesiones medulares, de lo que hablo mucho en el libro. También comparto lo que aprendí en Miami: consejos para vivir con una lesión medular.

¿Cambió su vida después del libro?

Sí. Ha sido una experiencia increíble. Recibir mensajes por diferentes vías, o que algún desconocido se me acerque a hablarme del libro cuando me mira por allí. Eso no tiene precio. Allí me di cuenta de que todo pasa por algo y que de plano este accidente me pasó a mí y no me morí para llegar a escribir el libro y llegar a recibir toda esta energía positiva de vuelta. Ha sido muy lindo y me ha encantado lo que ha generado el libro. Incluso
estoy dando charlas motivacionales y se siente esa buena vibra. Ha tenido un impacto muy positivo en
mi vida. Todas esas muestras de cariño, el solo saber que de alguna manera le cambio la forma de pensar a alguien que puede tener algún problema, eso ya cambió mi vida.

¿Ha considerado otra forma de apoyar a pacientes que no tienen la misma posibilidad de viajar que usted tuvo?

Sí. Estamos formando una fundación que se llama Sigue Avanzando. Ya estamos en todo el proceso legal. Nuestro objetivo principal es mejorar la calidad de vida de personas con lesiones medulares en Guatemala. Queremos trabajar tres ejes. Uno es la educación, que hace tanta falta en el país. Acá no hay nada de información acerca de cómo vivir con una lesión medular. Entonces queremos hacer foros, talleres, libros para poder compartir aquí con cualquier persona con lesión medular todo lo que yo tuve la oportunidad de ir a aprender afuera.

Otro eje es la accesibilidad en Guatemala —a nivel de infraestructura—. Queremos visitar establecimientos, evaluarlos y calificarlos para hacer una guía en la que las personas puedan ver qué lugares son accesibles para ellos, y así también crear cierta presión en ese sentido.
El tercero es crear una buena comunidad entre los lesionados medulares, que hay muchos, pero ni sabemos en realidad cuántos somos. Así fomentar la convivencia y el deporte en esta población.

SUCESO FORTUITO -Un accidente cambió el rumbo de su vida-

En el 2008, Alan Tenenbaum disfrutaba junto a sus hermanos y unos amigos de un día normal, en Puerto San José.

Después de almuerzo nadaban y jugaban con una cámara que tomaba fotos debajo del agua. Al joven, entonces de 26 años, le dieron ganas de ir al baño. Al volver corrió para tirarse de clavado en la piscina, como acostumbraba. Al caer se golpeó la cabeza en el fondo y quedó inconsciente.

Sus amigos creyeron que estaba jugando una broma, pero cuando no hubo reacción lo sacaron del agua, sin saber qué estaba sucediendo, ya que aparentemente no tenía ninguna herida o golpe.

INCERTIDUMBRE

Al despertar, Tenenbaum se sentía fatigado y solo podía mover de los hombros hacia arriba. Esperaron un buen tiempo para ver si todo volvía a la normalidad, pero después de unas horas decidieron llamar a sus padres e informarles lo sucedido.

En ese instante, por otra línea, la madre de Tenenbaum hablaba con un tío de este, que es médico, y le aconsejó que lo regresaran de inmediato a la capital, para examinarlo.

Con mucha tranquilidad y total desconocimiento de lo que sucedía llegó al hospital y le hicieron una serie de radiografías. El joven tenía deshechas las cervicales 5 y 6, lo cual le destrozó la médula.

Entró a cirugía y después de unas semanas lo llevaron a un hospital en Miami, para que continuara su recuperación.

Detalles de Vida

Se graduó en el  Colegio Americano de Guatemala en  el 2000.

Pasó seis  meses en un kibutz —comuna agrícola— en Israel, antes de entrar a la Universidad. Allí trabajó bajando pencas de bananos.

Estudió mercadotecnia en la Universidad de Boulder, Colorado, EE. UU.

Es el  mayor de cuatro hermanos varones.

Dos de  sus grandes  pasiones son  la música y el deporte.

Entre sus  grupos favoritos están The Cat Empire, Los Amigos Invisibles y Tahuna Breaks. En el ámbito nacional le gusta El Gordo e Ishto Juevez.

No se  pierde   las transmisiones  de eventos deportivos grandes.

COMENTARIO

“Siento que hay mucha gente que se queja por cosas insignificantes”. Alan tenenbaum,  autor del libro En la silla de Morfeo.

LIBRO -Transmitir mensaje-

Por sugerencia de varios amigos, Alan Tenenbaum tomó la decisión de escribir un libro sobre su accidente y tratamiento. Tenía claro que sería sobre ese percance, pero no quería que fuera una crónica aburrida en la que contara lo que le había sucedido.

En una noche de insomnio, en julio del 2010, se le ocurrió escribir una novela basada en sueños y realidades. A pesar de tener clara la idea, en ese tiempo Tenenbaum trabajaba en una agencia de publicidad, por lo que no invertía mucho tiempo en el libro.

Fue en diciembre del 2012 que logró escribir el primer capítulo, y en el 2013 decidió renunciar a la agencia y dedicar su tiempo a finalizar el libro, cuyo primer borrador quedó listo en julio.

REACCIONES

De acuerdo con Alan, lo mejor de este libro, que está a la venta en Sophos, Artemis Edinter, De Museo y Amazon.com, ha sido la gran cantidad de mensajes positivos que ha recibido. También le ha permitido conocer y compartir experiencias con otras personas con lesión medular.

Contacto:

webpage: http://www.alantenenbaumw.com

facebook: Alan Tenenbaum W.

facebook: En La Silla De Morfeo,

twitter: @AlanTenenbaumW

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