Guatemala

Ordenan resarcir a migrante agredido

Un tribunal de California ordenó que el guatemalteco Antonio López Chaj, de 43 años, recibiera una de las indemnizaciones más grandes que jamás se hayan entregado en Estados Unidos.

Antonio López Chaj no puede hablar, parte de su cerebro y su cráneo fueron removidos, por la cantidad de coágulos formados.

Antonio López Chaj no puede hablar, parte de su cerebro y su cráneo fueron removidos, por la cantidad de coágulos formados.

Un jurado de la Corte de Torrance, California, resolvió que los agresores de López Chaj deben pagar US$58 millones —unos Q464 millones— por los daños irreversibles ocasionados al migrante guatemalteco.

López Chaj, quien se dedicaba a pintar casas, intentó detener una riña entre su hermano y dos sobrinos con el dueño del bar Barra Latina y el guardia de seguridad del lugar, el 20 de abril del 2010.

“Uno de los familiares de la víctima se trenzó en una disputa con el camarero-gerente del local, que en un momento de la pelea sacó una manopla”, según explicó el abogado de López Chaj, Federico Sayre.

Fue en ese instante cuando López intervino: “Dejá de golpear a mis sobrinos”, exclamó. El guardia enloqueció y lo golpeó sin cesar.

Daños

El agresor atacó al guatemalteco con un bastón, le propinó ocho patadas en la cabeza y le estrelló el cráneo contra el suelo en cuatro ocasiones.

“Parecía que estaba loco”, dijeron testigos.

“Realmente fue una paliza terrible y brutal llevada a cabo por un tipo que no debería haber estado trabajando en absoluto”, añadió Sayre.

Como secuela de esa brutal agresión, López Chaj perdió el 25 por ciento de su cráneo y sufrió daños cerebrales permanentes.

“No puede hablar y requiere la atención de enfermeras las 24 horas”, dijo Sayre al diario británico Daily Mail en su edición digital.

El guardia de seguridad fue identificado como Emerson Quintanilla, de la empresa DGSP and Patrol Services, y tanto él como el dueño del bar, ubicado en la Calle Ocho y Catalina, en Los Ángeles, están prófugos.

Inédito juicio

Cuando López Chaj se quitó la gorra de beisbol con la que ocultaba sus heridas, se escucharon gritos de asombro de los asistentes al ver cómo había quedado su cabeza.

Pese a la millonaria indemnización, existe incertidumbre sobre la posibilidad real de que los acusados vayan a cumplir la sentencia.

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