35 años, hace tanto y tan poco

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“…Toda esta injusticia, toda esta maldad y toda esta cobardía del Ejército Nacional es lo que venimos a denunciar a la capital, pero también aquí fuimos perseguidos y amenazados por las fuerzas represivas. Los periódicos y las radios no querían publicar nada porque también sus trabajadores han sido amenazados de muerte por el Gobierno… por todos estos hechos no nos ha quedado otra alternativa que permanecer en la Embajada de España como la única manera de hacer llegar nuestras denuncias a todo el pueblo de Guatemala y a los pueblos del mundo. Estamos firmemente decididos a permanecer dentro de la embajada hasta que las peticiones que les hacemos a ustedes sean resueltas favorablemente….”.

Entre negociaciones y llamadas de parte del embajador para que no entraran los elementos de seguridad en juego,  “el Gobierno del general Lucas García recibía las primeras noticias de la ocupación. Un declarante relató que el ministro de Gobernación ‘…le comentó la situación y Lucas dice: Sáquenlos a como dé lugar’. El Gobierno pensó que era un foco de propaganda allí, por la dimensión que iba tomando era mejor terminarlo allí. Ese
‘sáquenlos a como dé lugar’ fue transmitido literalmente… por el ministro de Gobernación al director de la Policía Nacional y este, a su vez, trasladó la orden en los mismos términos al tercer jefe de la Policía Nacional”. “…En la práctica, la orden se convirtió en un romper puertas…”. (…)”…Del despacho del ministro entraban y salían los que allí estaban reunidos. Pregunté a los otros: ‘¿Serán guerrilleros?’. Donaldo contestó: ‘No, si fueran guerrilleros, ya habrían tirado el primer cadáver como muestra de fuerza’. Él sabía desde un principio que se trataba de un grupo de campesinos, estudiantes y pobladores…”.

El resultado: una embajada invadida por fuerzas de seguridad del Estado guatemalteco armadas hasta los dientes, un incendio en la sede diplomática y una masacre en la cual murieron 37  personas. “Un testigo que más tarde pudo ver los cadáveres en la morgue relata: “…(en las fotos)  todos los cadáveres están pilados en una esquina uno sobre otros… lo que da la impresión es de alguien que se va para atrás… tuvo que haber sido algo muy fuerte, como un lanzallamas, para que se hayan ido para atrás y empiezan a caer unos encima de otros…”. Vendría luego la ejecución arbitraria de Gregorio Yuxá, el único otro sobreviviente, además del embajador Cajal, quien logró salir del país con ayuda diplomática.

Treinta y cinco años después, a la sombra de un gobierno de corte militar y un juicio fallido por genocidio, Pedro García Arredondo, exjefe de la Policía en 1980, es condenado a 90 años de prisión. Le tocó pagar por todos sus “superiores”: por Donaldo Álvarez Ruiz, exministro de Gobernación, hoy prófugo de la justicia; por el expresidente Romeo Lucas;  el ex director general de la Policía Nacional, Germán Chupina Barahona, y el exjefe del Cuerpo de Detectives, Manuel de Jesús Valiente Téllez, quienes murieron sin pasar por juicio alguno. En este solo caso se hizo justicia (tardía). Para la historia, eso sucedió ayer; para la justicia, hace décadas; y para buena parte de la juventud guatemalteca de hoy, eso no sucedió nunca. Borges dijo una vez “yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”.

cescobarsarti@gmail.com

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.