Armas biológicas para el terrorismo

Se sabe que por lo menos 15 naciones tienen la capacidad de producirlas. Para estos países, las armas microbiológicas tienen una clara ventaja, asimismo para las organizaciones terroristas en general. Estas pueden constituir un armamento barato de producir en relación con las químicas y nucleares.

Se pueden mencionar tres tipos de armas biológicas: los microorganismos infecciosos, las sustancias bioactivas derivadas de los organismos vivos, las sustancias biológicas producidas artificialmente por tener semejanza. Ejemplos: los seres vivos microscópicos que crecen e infectan a los hospederos, provocando enfermedad que mata o incapacita, los productos del metabolismo de un ser vivo o microbiano que mata o  inutiliza, las toxinas, las hormonas y los venenos, como la cicuta y otros.

El bioterrorismo no es algo nuevo, el relato más antiguo se puede leer en el Éxodo. Fue cuando Moisés hizo uso de esta arma, para liberar a su pueblo de Egipto. La quinta plaga lanzada sobre Egipto es identificada como ántrax o carbunco, hasta hoy el agente biológico más utilizado como una bioarma.

Además, la historia cuenta cómo se usaron estas plagas como “flagelos divinos” para provocar miedo, destrucción, angustia e insoportable presión política sobre el Faraón. En  las guerras medievales se catapultaban cuerpos de personas con viruela o peste bubónica a los enemigos que se protegían en los castillos. Varios historiadores mencionan como algunos exploradores que vinieron al Nuevo Mundo, como los españoles y sus ejércitos, traían consigo enfermedades desconocidas. Tal es el caso de Hernán Cortez, en 1519, cuando arribó a México, y la población azteca fue reducida de 22 a dos millones de indígenas. Muchos lo atribuyen a las enfermedades infecciosas inexistentes en estas partes del mundo, como la viruela.

En los Estados Unidos, los nativoamericanos fueron expuestos por los ingleses al uso de pañuelos y frazadas contaminadas con viruela, por el hecho de ayudar a los ejércitos franceses durante la guerra de los 1754-1768, lo que diezmó notablemente la población indígena en esa época.

En 1937 y 1945, los japoneses establecieron la unidad 731, que realizaba experimentos para encontrar la letalidad en armas microbiológicas contra civiles y soldados chinos. En 1980, la Unión Soviética desarrolló y almacenó agentes microbiológicos, incluyendo al virus de la viruela, el ántrax y la peste bubónica. Durante la guerra con Irak, el comité Unscom de las Naciones Unidas informó de la producción de 8,000 litros de solución concentrada de ántrax y más de 20,000 litros de toxina botulínica, así también que los misiles Scud estaban llenos de ántrax y botulismo.

Dentro de la categoría A de agentes potenciales como armas microbiológicas, con riesgos altos a moderados, están el ántrax (Bacillus anthracis), la peste bubónica (Yersinia pestis), la tularemia (Franciscella tularensis), la viruela y la toxina botulínica. En mayo del 2000, un  científico de origen ruso, opositor del bioterrorismo, “Ken Alibek”, sugirió que la mejor biodefensa  es el perfeccionamiento y la concentración de defensas médicas que minimicen el impacto de las armas biológicas. Se han probado antibióticos, antitoxinas y vacunas para disminuir el impacto; sin embargo, las vacunas son las consideradas como el método más efectivo.

Las precauciones que deben tomarse en el caso de este tipo de ataques debe ser la vacunación, la alerta de epidemias por instituciones serias, poseer laboratorios bien proveídos y tener centros de cuarentena bien equipados.

* Microbiólogo

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