¿Azar o elección?

Samuel Pérez Attias

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muchas variantes realidades de lo sucedido. El idioma que hablamos, la religión y las costumbres las adquirimos gratuitamente. Aparte de la edad, una mujer nacida hace 70 años heredó una realidad radicalmente distinta en su juventud comparada con alguien que nació hace 40.

Surge aquí una pregunta provocadora y controversial: ¿Es justo que por ese accidente una persona nazca condenada a que su cerebro no se desarrolle plenamente y, en consecuencia, su capacidad de aprendizaje esté por debajo del potencial humano? ¿Es justo que por nacer con determinado color de piel o apellido se hereden privilegios inmediatos o que por ello se condene a alguien a no acceder a las mismas libertades que alguien que nació en un radio de 10 km de distancia? ¿Es justo que por racismo y discriminación, alguien —que pudo haber sido usted— tendrá más o menos obstáculos para competir y encuentre solo trabajos mal pagados, por lo que salir individualmente de su pobreza sea más difícil que quien nació hombre, con un apellido no indígena o en cierta zona de la capital? Si no es justo, ¿Son esas injusticias infalibles? ¿Existen formas de evitarlas y/o resolverlas?

Por norma, si usted nació mujer en el área rural, en una familia indígena, hereda automáticamente obstáculos que le condenan a estándares de vida inferiores a quienes nacieron en diferentes condiciones y con distintas características. Según ese accidente —nacer— carecerá de acceso a tierra de su propiedad o heredará recursos más allá de los que utilizará en toda su vida… se determinarán sus grados de libertad para acceder a crédito, para escoger actividad laboral y/o incrementar su esperanza de vida.

Datos de IESALC-Unesco muestran que el 2.4% de quienes acceden a educación terciaria pertenecen al quintil más pobre vs. el 43%, que son del quintil más rico, situación reproductora de inequidades por los retornos económicos que la educación superior brinda.

Esa aleatoriedad es un campo de discusión importante en cuanto a la definición del modelo de desarrollo de un país, pues aun contando con reglas iguales para todos, si el contexto socioeconómico privilegia históricamente a algunos por su color de piel, su idioma o apellido, las leyes generales y abstractas —a pesar de enmarcar una igualdad para competir— no garantizan la igualdad de condiciones de quienes compiten, reproduciendo los privilegios heredados por nacimiento sin haberlos ganado a pulso, a trabajo o como recompensa individual. Esa presunta “libertad de competir” en contextos de desigualdades estructurales es más bien un premio aleatorio para algunos y un castigo accidental para el resto.

Samperez1@gmail.com

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