El Calvario sigue vigente y desafiante

Sin embargo, más allá de las introspecciones que cada quien pueda hacer en el mundo actual, existen situaciones que continúan evocando el duro camino del Calvario que recorriera el Salvador, tal como lo expresara el mensaje central del viacrucis efectuado en la Santa Sede, en donde hubo alusiones a las mafias, la guerra y las drogas como verdaderos azotes que laceran a la humanidad: calamidades que no tienen fronteras y que con igual rigor castigan a naciones industrializadas y a aquellas que están en vías de desarrollo, unas por el alto consumo y las otras, por ser puentes disputados por criminales.

Cuando el Vaticano habla de las mafias, es oportuno recordar que en la concepción moderna se ha rebasado la figura cinematográfica de un grupo de bandoleros que disputaban territorios o mercadería mal habida y que, en cambio ahora, bajo esa definición se incluye a una mayor gama de personas, grupos y organizaciones que se dedican a transgredir las leyes, ya sea por poder o dinero.

Solo en lo relativo a las drogas, nuestro país, junto a otros que están en la ruta de trasiego, vive un calvario permanente, simplemente por ocupar una posición geoestratégica de relevancia, la cual nos ubica en medio de las grandes naciones consumidoras y de las productoras, cuyo comercio ha hecho que en este territorio se registren los peores episodios, en los cuales predominan los protagonistas jóvenes que resultan siendo víctimas de un criminal negocio que cercena futuros y mina perspectivas de prosperidad.

Ante esos escenarios es que resultan oportunas las palabras de quienes ven en el martirio y resurrección de Cristo la oportunidad para cambiar nuestra propia y agobiante realidad desde una perspectiva renovada que rompa con ese calvario que, como también ha ocurrido a lo largo de la historia, tiene muy pocos beneficiados, pues quienes tienen la posibilidad de impulsar cambios evaden su responsabilidad, porque están inmersos en otra vorágine atroz, la del egoísmo y la indiferencia, que solo les permite ver sus propios intereses.

Así como no se puede alegar desconocimiento de la ley para justificar delitos, en el plano moral tampoco es posible presumir de ignorancia y menos aún de indolencia para amasar enormes fortunas, ya sea por medio del contrabando de mercaderías, de drogas o de personas, a través de exacciones violentas, como del robo, secuestro y la extorsión, o con el saqueo directo impune de las arcas nacionales mediante perversas tretas. De hecho, el mismo Jesucristo lo dijo con certeza: “No se puede servir a Dios y al dinero”, y esa es una disyuntiva ante la cual todo ser humano define su verdadero ser.

ESCRITO POR: