Complejidad y subsistencia

|

Sé que decenas, centenas de miles, o millones de personas, han intervenido en producir este aparato, desde la minería —¡qué espanto!— de los materiales, la manufactura de complejas piezas, el diseño, ensamble, transporte y distribución, en diferentes países. También sé que la mayoría de personas que participaron en la producción de este aparato no se conocen entre sí, ni saben que están cooperando conmigo. En la larga y compleja cadena de actividades previas a que el despertador llegara a mis manos, se ha distribuido su valor final entre todas estas personas.

Tengo el aparato porque intercambié una porción pequeña de mi trabajo por el trabajo de todas estas personas. El comercio es un milagro de coordinación y cooperación y es guiado en cada paso por la propiedad, el sistema de precios y el incentivo que tiene cada persona por mejorar su propia condición.

A lo largo de cada día, intercambio el valor de mi trabajo por el valor del trabajo de millones de personas, sin mayores elucubraciones de cómo se hacen las cosas ni quién las hizo. Entre menos tengo que pensar en las cosas que hago, más alto es mi nivel de vida. Por el contrario, entre más íntimamente participo en producir lo que utilizo y consumo, más bajo será mi nivel de vida. La cama, ducha, estufa y tenedor, el automóvil, teléfono celular y ascensor: todo esto lo uso sin dar el menor pensamiento a cómo funcionan y quién hace estas cosas.

Mientras tanto, cerca de 270 mil familias, un millón y medio de personas en Guatemala, se han visto dramáticamente afectadas por la canícula del pasado julio y agosto. Sus siembras de maíz y frijol se arruinaron por la falta de lluvia y en su porvenir no ven nada más que hambre. Practican la agricultura de subsistencia: consumen los alimentos que producen. ¿Se dedican a la agricultura de subsistencia porque son pobres, o son pobres porque practican la agricultura de subsistencia?

Es una relación simbiótica que hace perdurar el círculo vicioso de la miseria y la falta de oportunidades. Son completamente vulnerables a los caprichos del dios de la lluvia, como lo éramos todos hace treinta siglos. Cuando toda una comunidad se dedica a hacer lo mismo, producir el maíz y frijol que ellos mismos consumen, no se necesita un estudio del PNUD para saber que hay pobreza.

El gobierno “salvará” a muchos de los damnificados, con funcionarios en jeans y camisa blanca a juego regalando alimentos, tomándose selfies y presumiendo de su generosidad. Unos pocos se harán millonarios de la noche a la mañana, vendiendo estos alimentos al gobierno. No cambiará nada y de seguir haciendo lo mismo, los resultados serán los mismos.

fritzmthomas@gmail.com

 

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).