Diecisiete años de “paz”

Ileana Alamilla

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que había surgido en 1983, dio cobertura continua y completa a todo ese proceso, siguiendo, en “romería”, las múltiples reuniones, informando al país y al mundo de los avances y obstáculos que se producían.

La lógica de las negociaciones hizo historia en los procesos de paz en el mundo, porque se pretendió no solo finalizar la guerra, sino iniciar un camino de superación de las raíces que la originaron, relacionadas directamente con el cierre de los espacios políticos, la pobreza y la exclusión. Arzú, quien tiene el innegable mérito de haberla firmado, también la traicionó, al impulsar las políticas neoliberales que nos fueron impuestas por las instancias financieras internacionales, con lo cual se endiosó el mercado y se desarticuló el ya débil Estado.

Luego vino el gobierno del ahora extraditado Portillo, con su demagógico discurso encubridor de la corrupción. Berger, con diáfana transparencia, reivindicó un gobierno empresarial, donde los pobres y excluidos debían, como siempre, esperar el derrame que nunca llega. Lo sucedió Colom, socialdemócrata improvisado, que con la acertada bandera de la “cohesión social”, la utilizó simplemente como una disertación para intentar heredar el poder a su entonces cónyuge.

Y, desde hace casi dos años, un gobernante que también fue signatario de los acuerdos de paz y expresión de los militares que querían alcanzarla, ha transcurrido la mitad de su mandato desperdiciando la que podría ser la última oportunidad de evitar que se conviertan en tan solo “recuerdos” como muchos desean.

Es innegable que hay avances significativos. La democracia se convirtió, a pesar de sus grandes debilidades que deben ser superadas para que no sea solo clientelismo electoral, en el único régimen legítimo. Hay mayor conciencia sobre la necesidad de abordar los temas estructurales que fueron las raíces de la guerra y que, desafortunadamente, se mantienen y, en algunos aspectos, se han agudizado. Tenemos avances insuficientes, pero importantes, en el tema de la justicia. Actores sociales que surgieron con fuerza en este período de 17 años, que se expresan en nuevas reivindicaciones relacionadas con la equidad de género, la lucha contra la discriminación étnica y la exclusión en general y la reivindicación de derechos territoriales por parte de los pueblos indígenas.

Pero en esencia, la realidad que vive esta joven paz traiciona el espíritu que la inspiró. La conflictividad social se incrementa, amenazando la gobernabilidad democrática, el pasado vuelve al presente, recordando los tiempos de la “guerra fría”. El narcotráfico y el crimen organizado avanzan copando el Estado y la sociedad, sin señal alguna de que por la vía tradicional se pueda detener.

Así las cosas, el gobierno de Pérez Molina tiene apenas dos años “de gracia” para ver si es capaz de superar el tiempo que ha perdido y honrar, de manera sustancial, el contenido y el espíritu de los acuerdos de paz.

¡Feliz y próspero año!

iliaalamilla@gmail.com

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