El licor, víctimas y leyes de tránsito

Ciertamente, existen desde hace tiempo campañas de concienciación acerca de los peligros reales que provocan los conductores que han ingerido licor. Un problema es que la población en general, y eso se refleja en las leyes, considera que unos cuantos tragos no convierten a alguien en un ebrio o un borracho, calificativo que solo es generalmente justificado para dirigírselo a quien no puede pararse, habla incoherencias y su caminar es también de balanceo o de constantes traspiés.

A causa del incrementado consumo de drogas, muchas veces a la ingestión de licor se agrega la intoxicación por sustancias estimulantes. Un conductor con la mezcla de tragos y drogas es alguien cuyo paso por las calles constituye un real peligro para la vida de cualquier ciudadano, ya sea quienes están en condición de peatones, como de pasajeros de automóviles o de transportes públicos. A todo esto se agrega la  velocidad del manejo, que multiplica todo a veces en forma exponencial.

Desde el punto de vista legal, debe considerarse un agravante el hecho de conducir ebrio, que sea aumentado debido al consumo de drogas y a la velocidad en calles y avenidas del país. El intento del conductor de escapar o de no atender señales también debe constituir  una razón para que el castigo por homicidios culposos cometidos en estas circunstancias deban tener la categoría de un asesinato.

La corrupción tiene uno de sus más notorios elementos en los casos en que personas han pagado porque se les otorguen licencias de conducción sin cumplir con los estudios previos. A todo esto es urgente la realización de campañas de explicación para que se comprenda el significado real de la velocidad  en cuanto a los metros que recorre un vehículo: 11 por segundo, a 40 km por hora; 16, a 60 km; 22, a 80; 28, a 100. O sea que una cuadra o un campo de futbol se recorren, respectivamente, en 9, 6.25, 4.5 y 3.6 segundos.

Es un tema de mucha discusión el de cómo debe ser el castigo para quienes causan accidentes estando borrachos. Tienen la palabra juristas, psicólogos, sociólogos, y aunque es cierto que en algún determinado porcentaje de los casos se trata de accidentes fortuitos e inesperados, también existen casos de quienes deben ser considerados delincuentes que usan como arma el timón. Es una necesidad urgente comenzar a discutir sobre este tema: cada vez aumenta el número de vehículos y con ello las posibilidades de que el luto y el dolor lleguen a más  hogares guatemaltecos. Se debe insistir en que manejar con tragos es criminal.

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