Fin de la Guerra Fría entre EE. UU. y Cuba

PANORAMA INTERNACIONAL

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La flexibilidad en viajes, intercambio diplomático, educativo y cultural, así como ampliación del monto de remesas   redundará en bienestar para los cubanos. Sin embargo, no hay que hacerse muchas ilusiones porque continuará el bloqueo económico —hecho ley en EE. UU.— que es el culpable en gran parte de la crisis financiera en la mayor de las Antillas.

Los presidentes Barack Obama,  de EE. UU., y Raúl Castro,  de Cuba,  anunciaron simultáneamente, en Washington D. C. y La Habana, el histórico giro en las relaciones, aunque queda pendiente de resolver el problema del embargo económico  —bloqueo para los cubanos— impuesto por EE. UU. en 1961, como parte  de la Guerra Fría.

De pie ante un atril, con traje azul marino y corbata celeste, Obama dijo que llegó la hora de poner fin a una política hacia Cuba que está “obsoleta”  y que “ha fracasado durante décadas”.

En su despacho en La Habana, Castro, sentado a  la mesa de su despacho, y con uniforme verde olivo de general del Ejército, proclamó el “restablecimiento de las relaciones diplomáticas”  y “medidas mutuas para mejorar el clima bilateral”.

Desde que, en 1961, Fidel Castro, el histórico líder de la Revolución que dejó el poder en el 2006, proclamó la orientación socialista de esta, las fricciones entre EE. UU. y el único país comunista de América fueron constantes y en ocasiones bordearon el conflicto abierto.

La combinación de las medidas de reforma agraria y nacionalizaciones efectuadas en los primeros compases de la Revolución, y el hecho de que las primeras oleadas de exiliados se concentraran en el vecino estado de Florida, minaron las relaciones entre ambos países.

La Agencia Central de Inteligencia   recibió el encargo de preparar una fuerza de exiliados para invadir la Isla. Las ilusiones de acabar con el régimen castrista por la fuerza se ahogaron en la Bahía de Cochinos.

Pero el embargo unilateral decretado por EE. UU., que restringía prácticamente el crédito y el comercio, empujó a Cuba a los brazos de la Unión Soviética, en cuya órbita política y económica se movió La Habana hasta la caída del bloque comunista.

En 1962, en plena Guerra Fría, la instalación por parte del Ejército soviético de bases de misiles en la Isla, a apenas 144 kilómetros de distancia  de EE. UU., estuvo a punto de desencadenar una guerra nuclear.

Kennedy y el líder soviético Nikita Kruschev alcanzaron un acuerdo para retirar los misiles, aunque con el compromiso de Washington de renunciar a atacar a Cuba.

Tras el paso dado esta semana por Obama y Raúl Castro, queda pendiente resolver el embargo, que debe ser tratado por el Congreso de EE. UU., al que el presidente pidió  que lo analice, pero no hay que olvidar que ambas cámaras están copadas por mayoría republicana, quienes son hostiles a abrir relaciones con Cuba mientras gobiernen  los hermanos Castro.

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