Hambre Cero se sincera

Imagínese, entonces, la mía cuando leo las declaraciones del secretario de Sesán en el diario vespertino nacional: “Veinte años sería un tiempo prudencial para marcar impacto en las reducciones y probablemente 30 años serían necesarios para la erradicación total en el país, de la desnutrición crónica”. “Alcanzar esa meta implica que la tendencia en la reducción de casos detectados por desnutrición debe mantenerse en 1.7% anualmente”.

¿No que en cuatro años iban a reducir la desnutrición crónica en la niñez 2.5 puntos anuales hasta lograr 10 puntos menos para el 2016?; por simple regla de tres, a ese ritmo, argumentaban que en un máximo de 20 años se erradicaba el flagelo. Ahora, súbitamente estas declaraciones que sin referente previo de un reporte de resultados, le suman otros 10 años para alcanzar la misma meta. Además, ¿de dónde saca Sesán que se ha reducido en un 1.7% anual la tendencia de casos detectados de desnutrición, cuando solo entre enero y abril del 2014 el Ministerio de Salud reportó que ya hay acumulados casi la misma cantidad de casos —cuatro mil 404— que todos los que hubo en el 2010, y el equivalente al 77% de los que se detectaron en el 2013?

¿Por qué no han informado al público los retos que enfrentan, a pesar de que cuentan con la información? Sabemos que las fallas de implementación no son su entera responsabilidad; que Sesan no tiene poder real para obligar a ningún ministro a seguir sus directrices; que el sistema de gestión pública no iba a dar la talla y que poco iban a hacer al respecto; que etiquetar el presupuesto para saber cuánto se gasta no es equivalente a “Gestión por Resultados”; que algún “iluminado” sobreestimó las metas que se podían alcanzar en estas circunstancias; que la estrategia de Hambre Cero puede ser genial en papel, pero que llevarla a la práctica en Guatemala, sin fortalecimiento institucional, sin cambios en la matriz económica, sin mayor equidad y sin contar con verdadero apoyo político, no podía dar los resultados esperados, a menos que se inventen.

Afortunadamente, esta vez sí podemos acudir a la Segeplán y su reporte cuatrimestral de gasto para entender al menos parte de lo que está pasando en realidad con Hambre Cero. El problema de subejecución es abrumador: 4.29% es el porcentaje de avance promedio de la ejecución del presupuesto de inversión pública del Gobierno; las entidades que concentran el 45% de los recursos del Pacto —Maga e Infom— tienen promedios de ejecución financiera de 9% y 4%, respectivamente (p.26).

Han gastado dinero, pero la entrega de bienes y servicios a la población no marcha siquiera al mismo ritmo; las acciones en salud del Pacto no alcanzan el 3% de ejecución a esta altura del año —revisar cuadros 23 y 24—; si quiere ver lo que ha hecho el Maga, vea el cuadro 33. Pero siéntese primero, por favor, y agarre un pañuelo. Llorará sin necesidad de gases lacrimógenos; estos ya se usaron contra la población en La Puya. No en balde el Pacto con mayor ejecución financiera es el de seguridad.

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