Inventario de gratitud

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Para nosotros los humanos, enumerar y hacer una lista de las cosas que nos faltan es lo más fácil y lo más fluido para lograr, y no faltarán quienes este fin de año recordarán las cosas que deberían tener o que hubieran querido pero no fue posible. Claro está que tendrán quienes les hagan compañía y los escuchen en su peregrinaje del año vivido. Deberíamos preguntarnos si no es más sano tomar el tiempo, aunque cueste, para recordar los bienes que hemos recibido y que posiblemente tomamos por sentado.

Cuando recordamos un bien alcanzado, fácilmente pinta una sonrisa en nuestro rostro y también contagiamos a los que nos rodean para que se unan a nosotros. El primer pensamiento que se formará en nuestra mente y las primeras palabras que expresaremos serán de gratitud, sin lugar a duda.
Si este ejercicio lo repetimos con el inventario de los días vividos, pronto, a pesar de sus altibajos y momentos difíciles que no podemos olvidar, tendremos muchas razones por las cuales nos toca estar agradecidos. Claro, primeramente debemos agradecer a Dios, autor de todo bien, y después a muchos que consciente o inconscientemente estuvieron involucrados para hacernos bien. No importando quienes fueron ellos, nosotros debemos ser agradecidos.

Seriamente debemos analizarnos cuando hacemos este ejercicio, para notar cuánta madurez hemos alcanzado. Si la hemos podido alcanzar, que nos sirva para valorar lo que hemos recibido y por lo cual debemos ser agradecidos. Hace años traté con un señor que había perdido una de sus piernas por una gangrena que había sufrido y por no atenderla a tiempo tuvieron que amputarle la pierna para salvarle la vida. El razonamiento de este hombre era:

“Qué les costaba salvarme la pierna para que no tuviera que caminar con muletas”. Cuando se le explicaba cómo la enfermedad afectaba su respuesta era: “¿Y no es que la medicina puede salvarle la vida a uno?” Pero juntamente con esta incomprensión nunca aceptó la responsabilidad de atenderse con más tiempo para no llegar a esos extremos.

Cuando hablamos de madurez, es exactamente lo que queremos ilustrar. La gratitud que podemos contabilizar en el año vivido es el primer perfil que muestra nuestra madurez y luego la realidad de que somos dependientes en esta vida y necesitamos de la ayuda de otros para alcanzar lo que hacemos.

Solamente imaginemos lo diferente que es vivir con quien siempre pide, siempre espera de otros, y cuando se le ayuda no valora la ayuda recibida, y en otro cuadro, cuando sucede lo contrario y uno siempre escucha el “muchas gracias” y que le digan “no sé qué hubiera hecho si usted no me hubiera ayudado”. Claro está que lo que se está describiendo nada tiene que ver con bromas del día de los inocentes, sino la realidad de la que muchos que nos rodean se olvidan, que no solo se vive sino también se convive.

Le invito a que hagamos la diferencia y así crear una atmósfera agradable de vivir no tanto aromatizándola con desodorantes químicos y elementos externos que pueden darle un toque muy especial, sino más bien con nuestra conducta deliberantemente agradecida, para que con ello podamos cambiar nuestro entorno familiar y social y dejar un nuevo modelo para copiar.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.