Jesús, de él se trata

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 Por ahí alguno ha redescubierto otro fundamento. Estaríamos celebrando el solsticio de invierno, pero esa era la fiesta romana que los cristianos antiguos habían adoptado como fecha adecuada para celebrar el nacimiento de Jesús, al considerar que él es el verdadero Sol Invicto. Jesús, de él se trata.

Jesucristo es el origen, la causa y el tema de estas fiestas. Es a él a quien celebramos. La conciencia de que con él se inició un tiempo nuevo para la humanidad condujo a la decisión de tomar su nacimiento como el origen de un nuevo cómputo del tiempo. El responsable de hacer los cálculos, más de 500 años después del acontecimiento, fue el monje Dionisio el Exiguo, quien determinó que Jesús habría nacido en el año 752 de la era romana, que pasó a ser el año 1 de la era cristiana. Tuvo un error de cálculo, por lo que hoy decimos que Jesús nació hacia el año 6 a. C. Con el nacimiento de Jesucristo se abrió en el mundo la historia de Dios con nosotros. Hasta entonces los pueblos del mundo conocían a Dios por los indicios de su presencia en la creación. Ahora él en persona se introducía en la historia humana, la asumía como propia y la conducía a una plenitud que la desborda. La Navidad dio nuevo rumbo a la historia de la humanidad.

Este mundo secularizado y olvidadizo de Dios decora con luces calles, postes, árboles, el interior y el exterior de las casas. Se queman fuegos artificiales, el mundo se ilumina. Muchos no saben por qué. La práctica nace de la convicción de que la luz ha venido a este mundo con Cristo. La luz de Cristo fue recibida para que el mundo brillara con el fulgor de Dios. La Navidad no solo da nuevo rumbo a la historia humana, da también nuevo semblante a la creación. La Navidad tiene una profunda dimensión histórica, pero también cósmica. Dios no solo ha asumido el tiempo y la historia humana, sino que, a través de la encarnación, el cosmos se ha llenado de la luz de Dios. La creación ha sido rehecha y se ha impregnado de Dios; el mundo ha sido renovado y brilla con nuevo esplendor.

En ese tiempo y en ese mundo imbuido de Dios vivimos nosotros. Estamos llamados a entrar en sintonía con la historia consagrada y la creación santificada. Por eso este es también tiempo de renovación moral. Si Dios ha asumido la condición humana, eso significa que los humanos tenemos capacidad de Dios. Dios nos invita a la fraternidad que acoge incluso al desconocido, a la gratuidad por la que nos damos unos a otros en servicio desinteresado, a la rectitud moral, que es manifestación de la dignidad humana. Jesucristo es la referencia original de esta celebración. Volvamos hacia él la mirada del pensamiento y de la fe, y que así la Navidad sea bendita y feliz.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.