Liderazgo que transforma

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Bernard Montgomery define el liderazgo como la “capacidad y voluntad de reunir a hombres y mujeres para un propósito común”,  para Nimitz es la “cualidad que inspira suficiente confianza en los subordinados como para que estén dispuestos a aceptar los puntos de vista y llevar a cabo las órdenes del líder”.

Encontramos algunas cualidades del líder: debe tener una visión, inspirar confianza para que lo sigan y hacer que se cumpla la misión. Desde esta perspectiva el liderazgo se presenta de forma jerárquica, cuyo éxito se mide en función de los logros alcanzados según la visión del líder. Esto podría hacernos creer que una posición de autoridad es sinónimo de liderazgo, motivando el caudillismo, llevándonos a esperar soluciones de quien ostenta dicha autoridad. Pero no siempre es así, ejemplo de ello lo encontramos en una situación concreta en febrero de 1976: terremoto de 7 grados, destrucción repentina a nivel nacional, pasan las horas y no hay reacción por parte de las autoridades municipales ni del gobierno central. En medio del caos, surge un hombre sencillo, obrero, padre de familia que comienza a organizar a los sobrevivientes en grupos de rescate cuya acción permite salvar a miles de personas.

Sin tener la autoridad o estar en una posición de liderazgo, actuó de la manera correcta en el momento adecuado. No esperó la acción de aquellos que ostentaban la autoridad,  sino hizo lo que consideró oportuno,  según las circunstancias. Ejerció un liderazgo positivo y transformador. ¿Dónde estuvo la diferencia? En los principios y valores que lo motivaron a actuar.

Todo ser humano está en la capacidad de ejercer liderazgo. Tenemos cualidades que podemos desarrollar, y para que sea transformador necesitamos volver a la esencia del verdadero liderazgo: el servicio. No se trata de poder, autoridad, jerarquía, mando o posesiones, sino ser útil a los demás; y la acción de servir admite muchas posibilidades: en el rol de esposos, padres, hijos, alumnos, maestros, empresarios, empleados, servidores públicos y gobernantes.

Todos podemos aportar para construir una nación más justa y solidaria, haciendo la diferencia en el lugar donde estemos. No esperes que otros hagan lo que está en tus manos, tampoco confíes y esperes algo bueno de aquellos que tienen la ambición de mandar, porque ya están descalificados como líderes.

Te propongo ejercer un liderazgo integral, que abarque todos los ámbitos de la vida: familiar, laboral, educativo, empresarial, político y religioso.

¿Qué  se requiere para ello? Más que cualidades naturales, se necesita de altos valores, una espiritualidad profunda y un compromiso para vivir de manera coherente.

Albert Einstein dijo “Solo una vida vivida para los demás, vale la pena ser vivida”,  y ejemplo de ello tenemos en Jesús, quien entregó su vida en el amor y servicio a los demás, convirtiéndose en el modelo del liderazgo que transforma.

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