Militarismo venezolano

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típica de sociedades atrasadas y semibárbaras, con graves carencias de gobernabilidad.

La Constitución venezolana dice: “La Fuerza Armada constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política… está al servicio de la nación y en ningún caso de persona o parcialidad política…”. Efectivamente, en democracia, las Fuerzas Armadas no pueden ser otra cosa que institucionales, profesionales y sobre todo apolíticas, porque tienen en custodia las armas de la totalidad de la nación, constituyen el brazo armado del Estado, que tiene el monopolio de la violencia legítima. Por tanto, no pueden intervenir en la lucha política, porque se convertirían en un partido armado.

La Fuerza Armada se está convirtiendo en una verdadera guardia pretoriana. La progresiva militarización de la sociedad y el Estado es uno de los objetivos fundamentales del gobierno de Maduro. La Fuerza Armada dejó de ser apolítica, obediente y no deliberante desde el gobierno del “Comandante Eterno” y padecen un constante adoctrinamiento ideológico-político. Recordemos el necrofílico saludo militar obligatorio: “Patria, socialismo o muerte”, que después del fallecimiento del caudillo se transformó en el ridículo: “Chávez vive, la revolución sigue”. La administración pública, las empresas del Estado, el servicio exterior, las gobernaciones y las alcaldías están siendo inundadas de profesionales militares, en total se estiman aproximadamente mil 700 profesionales militares activos que se agregan a un número mucho mayor de retirados. La Fuerza Armada está ocupando funciones que en toda sociedad democrática son civiles. A las Fuerzas Armadas regulares hay que agregar los centenares de miles de civiles regimentados e indoctrinados en las “Milicias Populares”, verdadero brazo armado del partido de gobierno. Con el nombre de “unidad cívico-militar”, se quiere encuadrar militarmente a la mayor parte posible de la sociedad civil. Buena parte de la nueva burguesía corrupta parásita del Estado está formada por el sector militar.

Grupos violentos y armados, llamados colectivos, que recuerdan a los “batallones de la dignidad” del dictador panameño Manuel Noriega, las squadracce del jerarca fascista Farinacci y las SA nazi de Ernst Röhm, han sido organizados por el partido de gobierno para hostigar y romper las manifestaciones pacíficas de la oposición.

En Venezuela se está gestando y creciendo una nuevo militarismo que, bajo las formas de la legalidad democrática, implica entregar a una cúpula del estamento militar el ejercicio determinante del poder. La comunidad democrática internacional debe denunciarlo. Vigilia pretium libertatis.

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