Muro Berlín, muro chapín

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Primero luchamos por nuestra libertad, y porque lo hicimos, luego cayó el muro”.

Estas concepciones equivocadas de cómo y por qué fue que cayó el Muro de Berlín fue lo que motivó a Ms. Sarotte —una profesora de historia de la Universidad del Sur de California— a escribir este libro, una secuela de su primera obra basada principalmente en el relato político y diplomático que precedió el derribamiento del muro y el cual dejaba la impresión de que fue el presidente Ronald Reagan quien echó a andar el proceso con aquella famosa exh?ortación que le hizo al líder de la Unión Soviética en 1987: “Mr Gorbachev, ¡tear down this wall!”.  

La percepción  se originó quizás por las muestras de debilidad del régimen, debido a la “glasnot y la perestroika”; la apertura de las reformas? políticas y económicas que precedieron a la disolución del imperio soviético, los manejos burdos de los liderazgos obsoletos y al creciente número de ciudadanos ansiando la libertad y las comodidades del oeste.

La realidad era muy diferente, como lo demuestra  Ms. Sarotee en su meticulosa descripción de lo que ella llama la “contingencia accidental” natural de la apertura del muro y los testimonios de muchos activistas locales retratando el rol que jugaron  numerosos  activistas locales. Porque aun cuando en el contexto mayor de perestroika y la importante atracción  que el oeste jugaba, el factor decisivo fue la conducta de los actores provinciales —contrabandistas de información, pastores, artistas, estudiantes, periodistas y amas de casa—  que se reunían cada semana, principalmente en iglesias, para lentamente minar el régimen.  (tomado de The economist).

Cuando al final  Erich Honneker fue depuesto y reemplazado por Ergon Krenz, supuestamente más moderado, el 9 de noviembre se conjugan  todos los elementos  para detonar los acontecimientos   del 9 de noviembre, y lo que debió ser una conferencia de prensa aburrida y anodina, anunciando que el comité central permitiría una mayor libertad a los  alemanes del este para viajar al oeste, y que aparentemente tomaría vigencia inmediatamente, este evento se esparció como reguero de pólvora en los medios de comunicación y se suscitó un movimiento imparable de decenas de miles en la Bornholmer Strasse demandando que se abrieran las puertas. Los guardias cedieron y pronto otros puntos hicieron lo mismo. El resto es historia.

Algo extraordinario que los alemanes han podido hacer, como lo escribe muy acertadamente Mario Antonio Sandoval en su última columna, es que pudieron dejar atrás las atrocidades, los reclamos, las cuentas no saldadas, los muertos, los torturados, el dolor de la separación, el odio y la venganza, canalizándola en un proyecto de nación. Una nueva Alemania, viendo hacia el futuro y dejando del pasado solo  algunos trozos del muro para recordarles que los regímenes totalitarios sin libertad ni derechos humanos no podrán volver a darse.

Acaso no sea hora de que también nosotros derribemos ese muro que aún nos separa a los que creen que viviendo en las memorias históricas, en las supuestas justicias de las cuentas no saldadas, en las venganzas de los juicios políticamente muy atractivos y ricos en prebendas pero muy pobres para ver hacia adelante, como lo hicieron los alemanes.

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.