No son seres mínimos

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Los fantasmas de los patriarcas y el autoritarismo estuvieron entonces muy presentes, y la ley se aprobó trece años después de la ratificación de la Convención de los Derechos de la Niñez. Hoy, esos fantasmas siguen estando muy presentes. En general, a los niños, niñas y adolescentes guatemaltecos se les escucha poco y mal,  y a millones de ellos se les niega también el acceso a la información. Una buena porción de la juventud guatemalteca que representa el 70% de nuestra población total, habla poco, lee poco, carece de argumentos sólidos, y tiene miedo a la opinión adulta. Y quienes finalmente se expresan, la mayoría de las veces calcan ideas y creencias, sin atreverse a dialogar con ellas de manera crítica y propositiva.

Expresarse en libertad es un ejercicio que se aprende desde la cuna y se practica cada día de la vida. No les podemos pedir a las y los jóvenes que de un día a otro se expresen con criterio, solidez y responsabilidad, si nunca han movido sus ideas y su boca demasiado. Por ello, encuentro un enorme valor en el informe que el ex Relator Especial de Libertad de Expresión, Frank La Rue, presentara en la Asamblea de la ONU en agosto de 2014. Este documento se centra en el derecho del niño y la niña a la libertad de expresión, y no solo pide a la comunidad internacional y los Estados que presten mayor atención al derecho que tiene la niñez a la libertad de expresión y el acceso a la información, sino que también observa con preocupación la adopción de diversas medidas restrictivas supuestamente destinadas a proteger a los niños de la información perjudicial.

Poner en el centro a la niñez para la construcción de sociedades más abiertas, dialogantes y democráticas, es un hecho visionario. Hablar de niñez y libertad de expresión desde el gran elefante blanco que es Naciones Unidas, es una medida importante. La Convención reconoce a niños y niñas como plenos sujetos de derechos y afirma el informe que “según la Convención, no es aceptable utilizar la inmadurez de los niños como justificación para privarlos de derechos que, de otro modo, solo gozarían los adultos. Los niños no son seres humanos mínimos con derechos humanos también mínimos. Por el contrario, la Convención amplía la protección de los derechos civiles y políticos de la infancia y dispone algunas medidas concretas para que todos los niños desarrollen su personalidad al máximo de sus posibilidades. También de conformidad con la Convención, el derecho a la libertad de expresión se debe ejercer progresivamente a medida que el niño madure”. Me gustaría agregar a esto que no es aceptable usar la autoridad moral que un adulto tiene sobre una niña o un niño para silenciarlo, abusarlo, negarlo, someterlo o esclavizarlo.

El informe no cuestiona el deber de proteger y cuidar a la niñez de la violencia, ni la importancia de que los adultos les orienten. Llama a no subestimarlos, usando su edad como excusa para limitar indebidamente los derechos a la libertad de expresión (en ambas vías, entre adultos y niños). Llama a no perpetuar el silencio y la opresión mediante la aceptación tácita de actitudes autoritarias en las escuelas, las familias y la sociedad en general. Y reconoce que, si bien internet es un instrumento indispensable para promover el desarrollo de la niñez hoy, han surgido dudas acerca del uso de ese recurso con fines violentos o abusivos. Pero las restricciones generalizadas al uso de las comunicaciones digitales y la censura, no soluciones eficaces a estos problemas. ¿Cómo responder de manera equilibrada a las exigencias de los nuevos tiempos y el necesario ejercicio de la libertad de expresión de niños y niñas? Reflexiones a partir del informe….

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.