Pero somos optimistas

Ileana Alamilla

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El informe reconoce que aunque hay numerosos conflictos y disturbios, las personas en todo el mundo están experimentando una gran cantidad de emociones positivas y refiere que al menos siete de cada 10 adultos afirmaron haber tenido momentos felices, mientras que el 51% dijeron haber aprendido algo interesante el día anterior.

En América Latina, los países que menos positivismo presentaron fueron Bolivia y Brasil, con 74% cada uno y, ¡gran revelación!, las personas con mayores ingresos económicos reportaron sentir mayores emociones positivas durante todo el año. Pero la empresa encuestadora aclara que los resultados de su investigación no expresan ningún vínculo directo entre la felicidad y el dinero.

Es obvio que muchas empresas y entidades internacionales ya no encuentran sobre qué temas hacer diagnósticos, porque están más que comprobadas las grandes asimetrías que hay en el mundo, los millones de personas que carecen de lo básico para vivir y alimentarse, los cientos de miles que deambulan sin techo, incluso en países donde buena parte de la población goza de los derechos que corresponden al ser humano. También está sobrediagnosticado el riesgo que vivimos ante la ambición desmedida de quienes siguen contaminando el planeta, sin preocuparse de mitigar los daños ambientales que provocan.

Pero, lamentablemente, de poco sirven todos esos diagnósticos, porque las advertencias que de ellos se derivan son ignoradas, tanto por los voraces contaminadores, como por los gobiernos que deberían regular esas conductas ambientalmente irracionales.

Así que mejor dediquémonos a investigar otras cosas, que se refieran a las subjetividades de los ciudadanos (as), a sus estados de ánimo, el optimismo, a la felicidad, de tal manera que nos conformemos con estar espiritualmente bien, aunque materialmente estemos en condiciones deplorables. Con la mitad de nuestros niños (as) condenados al daño cerebral por desnutrición crónica, con más del 70% de pobreza en el área rural, con un Estado enclenque que apenas dispone de un 11% del PIB para cumplir su misión, con la inseguridad campeando, sufriendo las consecuencias de un narcotráfico y crimen organizado que se enseñorea en la sociedad y el poder público, con todos estos males existentes, pero optimistas. Eso es lo que se deduce de la encuesta que comentamos.

No estamos seguros de si la muestra de la encuesta realmente es representativa de la sociedad guatemalteca, en términos de haberle dado el peso específico que corresponde a los pobres y excluidos, pero, en todo caso, siempre serán buenas noticias saber que somos un pueblo optimista. Ya era hora de que a nivel internacional se dijera algo bueno de nuestro país.

Pero el mensaje más importante debería ser no conformarnos con suplir desgracia con optimismo, sino que confiar en esa cualidad que indica la encuesta y que nos permite pensar en nuestra capacidad para sacar fuerzas de flaquezas, pensando positivamente que podemos librar juntos la lucha contra las adversidades.

iliaalamilla@gmail.com

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