Cambiemos la imagen

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Lo vivido en estos últimos días fuera de las canchas de futbol y que ha ocupado titulares en nuestros medios informativos nos debería llevar no solo a reflexionar, sino también de tomar una postura determinante en nuestra manera de actuar o bien nuestro modo de convivir. De niño me decían: “Una manzana podrida termina con todas las demás, a menos que la quites”. También se ha escuchado que “los buenos son mayoría” y, claro, no dicen quién estuvo tabulando la gente y llegó a esa conclusión. Tenemos que tener cuidado. Si no hacemos nada pueden llegar a ser una simple minoría, tan insignificante que poco podría hacer para la patria.

No es extraño ver actitudes conformistas y que digan: “Evítate problemas, escucha el partido en la radio”, y si compras en la tienda, sé tolerante porque es una jaula de metal para poder estar un poco más seguro el vendedor. Si no revertimos el modo de vivir, podemos llegar al extremo de que ni solos podremos hacerlo.

Para entenderse en la realidad: cuidado con usar el uniforme del establecimiento donde estudias porque te pueden atacar. Cuidado con usar una camisola del equipo al que admiras porque puedes morir. Hay que informar al turista que no use una cámara fotográfica porque se la pueden quitar. Creo que no hace falta seguir agregando a esta lista otras ilustraciones. Debemos cambiar la ruta que estamos viviendo.

Pero, por otro lado, cuando por alguna razón muere un delincuente, solo falta que le hagan un monumento porque se le han violado sus “derechos humanos”. Espero que no lleguemos a sustituir el monumento del trabajo, donde un obrero, con toda dignidad, está construyendo, y se sustituya por la de un personaje que está en su egoísmo eliminando las vidas de ciudadanos dignos y laboriosos. Porque si perdemos el valor de la equidad y la necesidad de la justicia, podemos llegar lejos en el mal. Si no parece posible, simplemente podemos leer la historia y ver cuántas veces se ha repetido la decadencia humana.

El cuadro que se ha detallado obliga a que la ley —buena o mala— se aplique pensando en el mañana y a la luz de ayer no deberíamos repetir tristes realidades. Porque si la ley no puede influenciar perdemos toda la esperanza. Vemos que los que están al margen de la ley tienen más libertad, y los que nos sometemos, no la tenemos. No son pocas las veces que los que son detenidos por infringir la ley salen libres y todavía amenazan a los que fueron víctimas del mal proceder de ellos.

Todos quisiéramos que nos vieran como gente con la que se puede cohabitar, pero para ello lo único que nos hace falta es cambiar. El cambio se hace desde adentro, a menos que estemos invitando a alguna potencia que nos invada, nos aniquile y organice otra sociedad. Espero en Dios que sea la solución batir nuestro pecho con un “perdóname, Dios”, y decidamos cambiar el modo de vivir y aplicar el cambio hasta donde llega nuestra responsabilidad y también autoridad.

Este es un tema que si se empieza a practicar posiblemente sea ante un féretro con un ser querido. Empecemos hoy y pongamos un alto a esta historia vergonzosa que estamos escribiendo todos nosotros los guatemaltecos. Hagamos esto para el bien de los nuestros y dejemos de hablar maravillas de los nuestros que no lo son.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.