Corpus Christi

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De forma solemne, hoy Jesús en la Buena Noticia afirma que su carne y su sangre son “verdaderos” alimentos, donde “verdadero” (del griego alethinós) se contrapone a “falso” (pséudos); es decir, es alimento “necesario” ante otros alimentos importantes pero no suficientes a la naturaleza humana, que no es solo animal o vegetal. Hoy aquello de que “no solo de pan vive el hombre, sino de la Palabra que sale de la boca de Dios” (Dt 8,3) se conmueve ante la maravilla de que “esa Palabra se hizo carne, se hizo pan” para alimentar al Pueblo de Dios.

Jesús, que era la Palabra eterna (cfr. Juan 1, 1) que estaba “junto a Dios” (el sentido bíblico de la “boca”, según Dt 8,3), resulta que se hizo “carne” (Jn 1, 14), la misma “carne/sangre/persona viva e íntegra” que desde la custodia pasa bendiciendo hoy las calles de las poblaciones para ofrecer vida (conversión, paz, justicia, perdón y vida más allá de la muerte física) ante la cultura de muerte (asesinato, migración escandalosa de niños al Norte, etc.), una vez la mentalidad materialista y crecientemente atea de hoy se abra a su misterio de “Palabra hecha pan” para el hambre espiritual.

Dos aspectos resaltan en esta celebración: 1) Hay una “presencia verdadera” de Cristo en la eucaristía. En 1540, Martín Lutero, ya en conflicto con Roma, afirmaba ante la herejía de Calvino que negaba la presencia real de Cristo en la eucarística: “Si alguno me dice que el pan del altar, luego de la consagración, es como el pan que vende el panadero, me regreso con el Papa” (Conferencias de Heidelberg). El lamentable abandono de la eucaristía por tantos “cristianos”, o su sustitución por “memoriales” de vino y galletas, es lamentable, pues es el abandono de una presencia/alimento “verdaderos”, ni imaginarios ni sentimentales, ni sujetos a la discusión hermenéutica, como sí ocurre con el otro pan admirable, el de la Palabra de Dios o Biblia. El resultado de dicho abandono del “sacramento de la unidad”, como lo llamaba Santo Tomás de Aquino, es la penosa división constante, impresionantemente empobrecedora “en iglesias e iglesias y más iglesias”, como lo lamentan algunos de sus teólogos más connotados.

2) Esa presencia “carnal verdadera” del Señor en la eucaristía remite a “toda carne” en su dignidad herida (=prostitución, tortura, pornografía, asesinato, etc.); remite con alegría, sin odio ni resentimiento, pero con claro compromiso de amor, al decir de una santa actual que pasó de la comunión a la caridad: “Os deseo la alegría de la Virgen, que por ser humilde de corazón pudo guardar a Jesús nueve meses en su seno. ¡Qué larga comunión!”. (Madre Teresa de Calcuta)

ESCRITO POR:

Víctor Hugo Palma Paul

Doctor en Teología, en Roma. Obispo de Escuintla. Responsable de Comunicaciones de la CEG.