Otro aniversario con pocos avances
Una de las más traumáticas experiencias vitales para los guatemaltecos es la violencia, que de ser un enfrentamiento entre dos bandos degeneró en una más urbana, pero igualmente cruda en sus efectos, al punto de que todavía se comparan las cifras de aquella conflagración con la ola de inseguridad actual que rebasa inexplicablemente algunos indicadores de muertes. Uno de los más importantes rezagos para cada gobierno que desde el 29 de diciembre de 1996 debió darle cumplimiento a esos compromisos.
Transcurridos prácticamente cinco gobiernos en la era posconflicto, se percibe que buena parte de lo establecido en aquellos tratados tiene hondas brechas en su cumplimiento y que, a su turno, cada gobernante ha privilegiado más las formas particulares de hacer negocios a la sombra del Estado que lograr que varios de los rezagos que afectan a grandes sectores del país sean superados. No solo se ha fallado en mucho de lo establecido en los Acuerdos, sino que algunas consecuencias todavía producen dolorosas experiencias.
En materia de salud pueden citarse muchas historias tristes, principalmente en el combate de la desnutrición, que sigue afectando a miles de niños, algunos de los cuales incluso pagan con su vida la indiferencia de las autoridades responsables de contrarrestar esas estadísticas.
También en esa misma materia se puede citar el caso de los hospitales nacionales, que solo en este año vivieron una de sus peores crisis, con la falta de medicamentos e insumos, lo cual se vio agravado con el cierre de algunos de esos centros, lo que afectó a miles de pacientes.
Algo que debió ser positivo y de largo aliento es el fortalecimiento de las instituciones, porque desde su creación, muchas de ellas estaban llamadas a jugar un crucial papel en combatir la criminalidad o la corrupción, pero ha sido claro que por más que ciertas entidades cumplan con los requerimientos del formalismo, los mismos gobernantes se han encargado de convertirlas en entes inútiles. Por ello es que uno de los mayores flagelos que nos sacuden constantemente como sociedad es la corrupción, que se ha enquistado en el Estado y cuyo combate es difícil.
Si bien, en términos generales, el país está mejor, el avance y la consolidación del modelo todavía tiene retos por delante. La brecha socioeconómica sigue siendo una materia pendiente que castiga a millones, como la pobreza y la pobreza extrema, que afectan a más de la mitad de los guatemaltecos.
Buena parte de esta problemática se ve agudizada por una conflictividad social que lejos de cesar parece acrecentarse, y esos son desafíos que atraviesan la geografía nacional en forma transversal y lacerante.