Pensares sueltos de este tiempo

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Las razones son diversas, pero el modelo económico y el cúmulo de creencias que rigen el mundo occidental hacen que se rece y se compre por igual. Sin embargo, hay una cosa que me maravilla de esta época, y es que mucha gente se recuerda de lo que significa ser un ser humano.

Igual, hay gente que se endeuda y se angustia, se emborracha, se violenta, se pone fanática o le arruina con su mal carácter el mundo a los demás. Pero, en general, mucha gente ríe más; los políticos, los criminales y las maras hacen un alto en el camino, en términos de la violencia que todo el tiempo practican; muchas personas se vuelven un poco más generosas; se comparte más con la gente querida, y algunos hasta se atreven a recordar —por esta única vez en el año— que existe la miseria humana.

No por eso dejan de existir los problemas, las enfermedades, la pobreza o la estupidez humana. No por eso dejamos de asistir a los escándalos de corrupción de nuestra clase política y económica, o de ver la mala broma que resulta de cruzar el salario mínimo con los robos descarados de los políticos. Y para nada olvidamos las declaraciones oficiales frente a la innombrable situación del Hospital Federico Mora en Guatemala.

Tampoco estamos ajenos a la decisión del gran jurado de Nueva York, que recientemente decidió no acusar a un policía por haber supuestamente matado a un hombre negro desarmado. No olvidamos la experiencia recién vivida por un grupo de rehenes a manos de un radical iraní en Sídney, Australia, que conmovió a aquel país y dejó un saldo de dos personas muertas. No escapan a nuestra mirada los nuevos pactos entre Estados Unidos y Cuba, y la liberación de los presos políticos, mientras seguimos de cerca las reacciones de Rusia y China.

Mucho menos deja de sentirse en el aire el olor fétido a elecciones 2015 en Guatemala. Pero, sobre todo, no escapan a nuestra mirada las miles de vidas de niñas y niños que están desaparecidos, secuestrados, violentados o esclavizados en todo el mundo. Uno de cada cuatro niños y niñas del mundo tiene retardo de crecimiento por causa de la desnutrición. Nada de lo anterior desaparece porque sea Navidad.

Es solo que el mundo occidental respira hondo por un minuto y recuerda más su humanidad en los tiempos en que se celebra el nacimiento del Niño Jesús. “¡Que el Niño Jesús nazca en su corazón!”, me dijeron ayer. Me quedé pensando que quizás esta es la parte más olvidada de todas… el corazón. Tanto si se cree como si no se cree en Dios, el corazón nos late todo el tiempo en el pecho, para recordarnos que estamos vivos y que formamos parte de una humanidad. No creo en las visiones mesiánicas de quienes creen que van a cambiarlo todo al chasquido de sus dedos, ni en el asistencialismo de un día que alivia conciencias culposas. Nadie puede cambiar todas las desgracias del mundo solo o en un día. Pero a lo mejor si recordamos el corazón que llevamos en el pecho, cada día haremos algo por un ser humano de nuestro entorno.

La Navidad es para todos, aunque no todos lleguen a saber qué es Navidad. Pero es, sobre todo, para las niñas y los niños que aún sueñan con un mundo en el que hay lugar para cada ser humano que lo habita. Niños y niñas que creen que alguien les regalará juegos de cielo y nubes, como escribiera Paul Eluard: “…de justas y gentilezas a la medida de un corazón futuro/ que no ha de ser nunca culpable”.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.