Pero también a la gente

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No cuesta mucho llegar a formar una idea de nuestra cultura que los individuos tenemos para que lo físico pueda corresponder. Solo para un ejemplo veamos el Centro Histórico o, mejor dicho, nuestro “centro histérico”, porque ni es agradable caminar por él y mucho menos invitar a extraños.

Solo ver las pintas de las paredes, el trato que se ha dado a algunos arreglos que se introdujeron en la Sexta Avenida para dar atractivo y que los que nos visitan puedan disfrutarlo. Tristemente no lograron su cometido.

Además de lo físico que  lucimos, nuestros conciudadanos que deambulan por las calles más que atractivo para nuestros visitantes infunden miedo y desagrado. Esto necesita también atención si la Capital de Cultura que se elaborará tiene que concordar su arreglo físico con los mortales que la habitan.

Aceptemos que es muy fácil plantar unas flores, arbustos y vegetación, que con un poco de cuidado crecerá y proyectará su belleza, mucho más fácil es con materiales de construcción edificar figuras y diseños que fueron plasmados en un plano y que hombres artesanos lo lleven a cabo. La gran tarea es quién educa a la gente que en su casa nunca le enseñaron a respetar y cuidar lo que tenemos.

La gran pregunta es: ¿tendrán derechos humanos los que viven aquí y que no cuidan lo nuestro, para dejarles hacer lo que quieren? Creo que es tiempo que no proclamemos tanto los derechos humanos,  sino las responsabilidades humanas para que alcancemos el honroso reconocimiento de una Capital de la Cultura.

Queremos que propios y extraños vengan y admiren nuestras bellezas, nuestro clima, nuestra gastronomía y también la historia sin el temor de ser atropellados por robos, violación y mucho menos con conflictos internos de discriminación y manifestaciones de disgustos que deben ser resueltos por gente inteligente,  sentada en una sala y hablando, y no en las calles haciendo espectáculos que poco ayudan a la cultura que debemos tener y también saber proyectar.

Esto es una tarea titánica que deberá empezar desde la instrucción del hogar, llegar a las instituciones que tienen autoridad sobre su gente y también al Gobierno dando el ejemplo debido.

Pero vayamos por el orden, iniciemos con usted y conmigo que es el primer paso y aunque pareciera insignificante,  es determinante. Una golondrina no hace el verano, pero debemos divisarla para asegurar el verano.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.