Pobreza, pero mal entendida

|

La reacción natural a esa declaración sería que toda la gente acomodada y próspera en su economía es gente santa y honrada, y en su conducta no tienen ninguna tacha en absoluto. Más lejos de la verdad no se puede estar. Claro está que riqueza o pobreza nada tienen que ver con la moral y las normas de vida.

Me deberían aceptar entonces que los ricos son inteligentes porque pueden pagar sus estudios y los pobres son ignorantes porque no tienen con qué  solventar el costo de la educación. Nada que ver, el estudio es bueno porque le concede un título, pero el conocimiento es por lo que tenemos en la cabeza y no en la bolsa.

A nuestro derredor tenemos ejemplos que nos llaman a la reflexión para no aceptar un juicio tan pobre como el que se emitió culpando a la pobreza para justificar lo inmoral, vergonzoso e inhumano de algunos conciudadanos que lo único que hacen en su maldad es probar la falta de formación de valores que tienen no importando cuánto tienen en la bolsa.

 Personalmente no quiero acusar y juzgar la percepción de otros,  pero  puedo hablar de lo que he visto muy de cerca. El hombre que me crió perdió a sus padres en la Primera  Guerra Mundial y fue en un genocidio que se desató en el país de Turquía —y de paso,  eso sí fue un genocidio porque mataron a millón y medio de armenios—.

 Como niño tuvo que buscar dónde vivir, qué comer y cómo poder salir adelante, y lo que logró dicho en sus propias palabras: “Hijo, lo tenía que pedir no importando la vergüenza que había que pasar”.

Ese hombre no solo salió adelante, y fue conocido como un hombre ejemplar de honradez, sino después de la Segunda  Guerra Mundial emigró a América Latina y trabajó y sacó adelante a su familia,  no solo viviendo con normas morales ejemplares,  sino las inculcó a sus hijos y ganó el respeto de todos con los que se rodeó. Este hombre se llamó Enoc Berberián.

Claro está   en nuestro caso,  que para los que vivimos hoy día es más fácil dejar a los nuestros a la deriva para que hagan como quieren, sin pedirles cuentas y mucho menos corregirlos, y cuando las cosas salen mal buscar a quién culpar y como nadie se deja, culpar a la falta de recursos. Me pregunto si se les proveyera con todo lo que necesitan serían gente recta o sin vergüenzas con dinero en la bolsa.

Los estados sociales no son más que cuestiones de estadísticas que se pueden usar con criterios de estadística y cuando hagan referencias lo harán de modo que favorezca una postura,  y siempre es producto de su criterio, pero dejarnos usar es de lo más triste.

Permítame a título de ilustración, cuántas veces en el Parque Central hay gente que  hace proclamas como estas: “Somos pobres”, donde están afirmado su naturaleza, si fuera su estado deberían decir “estamos pobres”,  porque si en verdad son pobres esto es  cuestión de su naturaleza y esta no se cambia.

Nadie tiene que estar conforme de su estado económico si puede cambiarlo, o bien, mejorarlo, pero nunca a expensas de culpar a terceros,  sino esforzándose y poniendo el mayor empeño para salir de lo que está y alcanzar lo más anhelado.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.