Profesión: policía

Ileana Alamilla

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sigue siendo que vivimos en un país violento.

Heraldo Muñoz, entonces subsecretario general de la ONU, en una entrevista con este periódico mencionó la desproporción entre el número de guardias privados de seguridad, que calculó en cien mil con los 30 mil que dijo que tiene la PNC. Esa estructura en toda América Latina está mejor armada y contribuye a la desigualdad, pues los que tienen recursos pueden contratar servicios privados para protegerse; los pobres no, se tienen que conformar con los policías nacionales.

La función policial en otros países es muy apreciada por la ciudadanía. Se considera al policía como un aliado de las personas, como su protector; es un referente en caso de peligro. Se acude a él o ella con confianza, se le trata con respeto, se aprecia lo que hace, incluso se le admira y se le reconoce como un profesional indispensable para la convivencia social.

Los crímenes y agresiones en su contra tienen penas mayores a los cometidos contra otras personas. El poli es amigo de los niños, es el guardián del vecindario, es el que apoya en momentos de emergencia, es a donde las personas acuden en busca de ayuda. Es una persona de la comunidad que custodia las vidas y bienes. Pero también es un profesional que luce su uniforme con orgullo, siente que pertenece a un grupo de agentes valorados por el Estado y por la sociedad; que goza de buen vivir, que tiene el respaldo de sus superiores, recibe un salario digno y decente, tiene prestaciones y sabe que su familia no quedará desprotegida en caso de que le suceda una desgracia.

En nuestro caso, como venimos de esa historia que se resiste a abandonarnos, el recuerdo del nefasto papel que desempeñó la Policía Nacional como un cuerpo eminentemente represivo, abusivo y delincuencial, permanece en la memoria de una generación. La otra ha vivido con la Policía Nacional Civil, que no logra construir esa imagen de dignidad y respeto para sus integrantes. A pesar de los esfuerzos realizados en la cartera de Gobernación por profesionalizar y dignificar a los policías, no se ha logrado el objetivo. Persiste en las personas la desconfianza, la discriminación y el poco aprecio por lo que hacen.

No se puede negar que hay malos elementos que desprestigian a la institución, como los hay en otras profesiones y causan grave daño, pero no hemos contribuido a su depuración al denunciarlos, ni valoramos a los que, sin mayor estímulo y con bajos salarios, apenas Q3,900 al mes, se empeñan en ser buenos policías.

iliaalamilla@gmail.com

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