Recaudación fiscal no logra objetivos

Cuando se alcanza una recaudación que apenas representa un 18 por ciento de lo previsto es para preocuparse, porque de todas maneras el Gobierno ya funciona como si esas metas se hubieran logrado, y durante los últimos dos años la conducta de la administración pública ha sido como si se hubieran alcanzado los objetivos, y así lo reflejan los abultados presupuestos, aunque al final se tenga que pagar de la manera menos adecuada, que es la contratación de mayor deuda, que desafortunadamente pagamos todos.

Lo que en un principio se planteó como un gran logro de la aplanadora naranja en el Congreso, se está convirtiendo en una pesadilla, porque al no lograrse lo planificado se le está pasando la factura a los contribuyentes, lo cual se está complementando de la manera menos adecuada, con la constante emisión de bonos, que se han convertido en una ruta fácil para que no entren en crisis por la falta de esos recursos, aunque al final todos contribuiremos a pagar los altísimos intereses que esa operación demanda.

Sin duda, la prisa con la que se aprobó esa actualización tributaria en el 2012 es responsable de buena parte del fracaso, pues los legisladores poco conocedores del tema se apresuraron a complacer al gobierno que recién había empezado su gestión y dieron luz verde a una norma cargada de puntos vulnerables que al final son los que más permitieron accionar en contra de esa ley, y las múltiples inconstitucionalidades planteadas, cuya mayoría prosperó, contribuyeron a que se debilitaran las metas de recaudación, algo que difícilmente se volverá a lograr.

Cuando esos objetivos no se logran en más del 80 por ciento, constituye no solo un enorme fracaso, sino que también obliga a asumir otras acciones para suplir las carencias, y mucho de ello pasa por el recurrente problema de tolerancia ante los grandes evasores fiscales y a la par de ello atacar el contrabando que produce millonarias pérdidas para el fisco y una competencia desleal para las empresas honestas que operan legalmente y, en consecuencia, cumplen con pagar adecuadamente sus impuestos.

Hasta ahora ningún gobierno ha logrado implementar una reforma fiscal, y eso obedece, por un lado, a la legendaria resistencia a tributar, pero por el otro a que la rendición de cuentas sigue siendo una de las grandes carencias de la administración pública y en cierto sentido eso justifica esa indiferencia que al final tiene un gran impacto en el desarrollo del país, pues se cree que mientras persista la corrupción no tiene sentido pagar más impuestos, aunque nos ubiquemos a la cola de las naciones con las más bajas cargas tributarias de la región.

ESCRITO POR: