Pero puedo mejorarlo

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Seamos claros, la disposición de mejorar tiene que nacer en mí, no solamente como condicionante para ser aceptado.

Estamos casi a mitad del año de la educación formal y empiezan los trabajos de refuerzos hasta que al final el estudiante, de tanto repetir, termina ganando, y eso si lo quiere, porque muchas veces es más interés del maestro que del alumno.

No hay mayor pobreza que cuando la excelencia y los ideales son impuestos y la parte interesada está buscando el camino del menor esfuerzo. La verdadera educación es la que está generando cambios en el pensar y en el proceder, y no tanto los títulos y diplomas que podemos alcanzar.

Fundamentalmente me interesa aprender lo máximo para poder hacer lo que hago de la mejor manera; eso es lo que nos pondrá en la línea de la competitividad.

Cómo molesta ver que se facilita tanto el alcanzar una titulación que después se está buscando que buena gente pueda hacer el favor de ocupar al titulado. Si es así, estamos fallando en la base, cuando debemos competir en ocupar a la persona que termina por mostrar capacidades que evidencian su excelencia y es la que esta se impuso y no el medio.

Si el principio anterior se aplica a la vida, es muy fácil de entenderla. Solo al pensar en cuántas veces podemos cortar una madera para que se pueda usar, para qué la cortamos o bien cuántas veces podemos cocinar los alimentos para que estén como la receta lo estaba pidiendo, entendemos que las cosas que rehacemos no siempre nos funcionarán de la mejor manera.

Si entendemos la normativa de la excelencia, debemos vivir no vidas recicladas, sino vidas planificadas para alcanzar lo máximo sin buscar atajos, no importando lo incómodo que esto sea o bien cuánto nos ha costado.

Qué pensaríamos de nuestro orgullo deportivo, el aplaudido joven Érick Barrondo, pidiendo que le permitan correr otra vez los dos últimos kilómetros y puede probar que lo puede hacer. Si nuestros estudiantes entendieran que la carrera que estudian es como la carrera que se corre, que hay que correrla con paciencia, determinación y la seriedad del caso.

Otro ejemplo que podemos entender es que un partido jugado no hay modo de mejorarlo, todos los entrenamientos son para mejorar nuestra destreza, pero una vez en la cancha se juega con todas las condicionantes del reglamento y se califica o se pierde. Lo mismo debe entenderse en el estudio, que no tienen sentido trabajos de mejoramiento.

Cuántos inscritos en cualquier establecimiento que sea pueden entender que lo que están invirtiendo en el estudio debe compensar el costo, sea este transporte, alimentación y todo lo que llevan en su mochila, valga o no, pero que el final el resultado será lo que la frase de “bien valió la pena” tenga sentido y sea gratificante para todos.

Guatemala está urgida de salir de las posiciones que ocupa mundialmente, y solo será cuando alumnos, padres y maestros comprendan que nuestro modo tolerante en el proceso nos tiene donde estamos, y nadie nos sacará de allí si nosotros no cambiamos el modo de proceder.

Seamos estudiantes esmerados, padres exigentes y maestros realistas y todos seremos ciudadanos orgullosos de una Guatemala progresista, para que el resto del año sea un año de un giro para mejorar y no solo para disfrutar.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.