Tumba fiscal

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¿Insuficiencia de ingresos? Depende. Creo que esa tonadita ya la escuché. El “deja vu” me lleva a la página web del Minfin. Las cifras oficiales a septiembre 2014 reflejan que los ingresos tributarios —y no tributarios— han crecido año con año en este gobierno. A septiembre del 2014  se habían recaudado Q5 mil 52.1 millones más que en septiembre del 2012.

A septiembre del 2014, se habían gastado Q6 mil 188.7 millones más que por esa fecha hace dos años. La brecha entre ingresos y gastos anuales se ha ensanchado también: en septiembre del 2012, era de Q3 mil 986.7 millones; en el 2014, ya iba por Q4 mil 853.3 millones a esa altura del año. Ciertamente, ingresos adicionales de Q5 mil millones son pírricos frente al tamaño del rezago social.

Pero lo que ellos llaman “ingresos insuficientes” en este contexto, no refiere al déficit estructural de ingresos del Estado. Es el reflejo de la mala planificación presupuestaria de la administración de turno: sobreestimación de ingresos en el presupuesto; incremento del gasto para satisfacer caprichos o para mantener tranquilos a los aliados. El auge de la corrupción es producto del ejercicio inescrupuloso de la política, no un déficit de capacidades tecnocráticas necesariamente. Nadie más que el Gobierno es responsable de tolerar el pésimo desempeño de la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT), de hacerse el miope frente a la corrupción y de perpetuar privilegios fiscales.

Emitir letras del Tesoro equivale a echarle un poco de aire a la llanta vieja y pinchada de este carro maltratado que llamamos Estado, confiados en que eso permitirá al Gobierno llegar al “pinchazo” —Congreso—, donde esperan que le pondrán un nuevo y carísimo parche —aprobación de bonos—  a esa llanta “rodada pache” en que han convertido el presupuesto —piñata— de la nación.

No estoy en contra del endeudamiento que sí financia el desarrollo. Pero sí me opongo rotundamente al que solo sirve para perpetuar estas perversidades; me opongo al que no significa mejora de los servicios públicos. Me opongo a comprar dinero más caro en el mercado local, cuando la banca internacional de desarrollo lo ofrece a precios más módicos. Me opongo a que se siga engordando los bolsillos de los tenedores de letras y bonos del Estado, cuando lo que deberían hacer estos agentes económicos es apostarle a impulsar la economía real.

El gobierno solito cavó con sus decisiones su propia tumba fiscal. Su situación financiera empeora indudablemente la crisis de gobernabilidad. Bonos del Tesoro serían un premio al (des) gobierno sin resultados, menos si los dan con carta blanca en cuanto al destino del gasto. Lo que procede es contención del gasto superfluo, el cese de las campañas mediáticas y el combate a la corrupción.

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