Una paradoja

Hoy en día, la mano invisible se asocia con el fenómeno del proceso de mercado donde las acciones de individuos que persiguen sus propios fines y bienestar, terminan beneficiando a otros.

En el famoso ejemplo de Smith, el panadero y el carnicero buscan su propio interés, pero sus acciones terminan por poner el pan y la carne en las mesas de familias, justo en el lugar y ocasión que lo requieren. Es más, buscando su propio bien, el panadero y el carnicero deben servir y agradar a sus clientes si han de tener éxito en lograr sus fines.

Smith propone que a través de la actividad lucrativa y el comercio, las personas frecuentemente benefician más a la sociedad de lo que lo harían si se propusieran deliberadamente hacer el bien a otros. En otra de sus frases memorables, Smith declara que “nunca he sabido de mayor bien hecho por aquellos que se afectan de comerciar por el bien de los demás”.

El político, en cambio, se afecta y ufana de hacer lo que hace por el bien de los demás y no por interés propio. Con su trabajo del análisis económico de las decisiones públicas, James Buchanan —Premio Nobel 1986— y Gordon Tullock,  abrieron brecha a la rama de la teoría de las decisiones públicas, o public choice. Buchanan y Tullock se preguntaban: ¿Por qué es que en el análisis económico se supone al individuo actuando por su propio interés, mientras que en el análisis político se supone al individuo actuando por el interés de los demás? ¿Son individuos esencialmente diferentes? ¿Es que el hombre “público”, el que actúa desde la capacidad coercitiva del gobierno, es un ser diferente al “privado”? No.

En teoría, la democracia es un proceso para determinar cómo nos gobernamos. En la práctica, la democracia de mayorías simples es el mecanismo a través del cual nos gobiernan. La constitución del Estado y la ley  no pueden suponer que quien es elegido para puestos de gobierno y autoridad es un ser altruista que actúa por el bien de los demás. Por el contrario, debe crear límites y salvaguardas fuertes y claramente definidas para asegurar que quien ejerce el poder coercitivo  no lo utiliza para sus propios fines.

Claro que es necesario contar con personas éticas en los mandos de gobierno. Pero eso no es suficiente, se requiere de controles y procesos de justicia que aseguren, so pena de castigo pronto, certero y severo, que actuarán de manera ética en el uso de la autoridad y en la custodia y uso de los bienes extraídos de manera coercitiva a los demás.

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ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).