DE MIS NOTAS

A propósito del Cambray II

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Escribí varias columnas después de la tormenta Ágatha, sobre la necesidad de estar asegurado contra catástrofes. Hoy, con un Cambray II recordándonos lo vulnerable que somos con unos cuantos días de lluvias, estar preparados para una eventualidad mayor es aún más importante.

Para el Ágatha, los daños y pérdidas en infraestructura sumaron Q3,396.3 millones. 73 carreteras fueron dañadas, 33 puentes destruidos y 11 infraestructuras especiales sufrieron serios daños. En adición a lo que sufrieron los sectores agropecuario, industrial, comercial, turístico, de agua y saneamiento, electricidad y transporte, en conjunto Q5,438.3 millones fueron las pérdidas acumuladas.

¿Quien pagó esos Q3,396 millones? El Gobierno tenía déficit presupuestario “antes” de ambas catástrofes, de manera que con suma dificultad pudo asistir a los miles de paisanos que salieron damnificados… —y simultáneamente— enfrentar los costos de reposición de esa vital infraestructura de decisiva importancia para la economía del país. Pero en cuanto a la infraestructura, ¿cuánto tiempo tomó para que esas 73 carreteras y 33 puentes fuesen rehabilitados? Stan es el perfecto ejemplo de cuánto tiempo. Han pasado 10 años y aún al día de hoy la infraestructura dañada no se termina. De hecho, la mayoría de los puentes que se llevó el río, por “tercera vez”, eran “provisionales”.

El preámbulo es para hacer evidente la necesidad de aprender de nuestra historia meteorológica, aceptar que enfrentamos vulnerabilidades climáticas y hacer “algo” para prevenir lo que, sin duda alguna, volverá a ocurrir. Hablo de “asegurar” la infraestructura del país a una fracción del costo de reposición, con la ventaja de que las aseguradoras “ya” tendrían en puerta los planos, diseños, cotizaciones y hasta a las empresas constructoras listas para actuar al día siguiente de una catástrofe, porque el factor tiempo es determinante y eleva las pérdidas grandemente.

La propuesta no es ciencia de cohetes. No se está inventando nada. En el huracán Katrina se pagaron miles de millones de dólares para restituir la infraestructura dañada. Sin seguro, las pérdidas habrían sido aún más grandes, y eso que el huracán Katrina fue el más costoso de la historia de los Estados Unidos. En Chile, no se diga.

El seguro de infraestructura pública tiene todo el sentido del mundo, “precisamente” porque no tenemos la capacidad de reponerla. ¿Qué pasará —y es lo más probable— si nos azota otro Ágatha?

El Banco Mundial ha promovido las ventajas del seguro catastrófico desde hace varios años. El programa Multicat (de multicatástrofes) es uno de ellos. Han diseñado también un programa especial para el Caribe y Centroamérica. Este año, el Consejo de Ministros de Hacienda o Finanzas de Centroamérica, Panamá y la República Dominicana (Cosefin) y el CCRIF SPC (antes Mecanismo de Seguros contra Riesgos Catastróficos del Caribe) firmaron un memorando de entendimiento que permite a países centroamericanos adherirse formalmente a la instancia para tener acceso a seguros soberanos por riesgo de desastres, con alta calidad y a bajos costos. Guatemala debe formalizar su ingreso y pagar su cuota. Este “seguro de catástrofe” le permitiría adquirir una cobertura contra diversos riesgos: sismos, inundaciones y huracanes.

El hecho de ser un país pobre y con limitados recursos hace más necesario disponer de mecanismos de financiamiento inmediato a la hora de una catástrofe. Guatemala es considerado entre los 10 países con mayor vulnerabilidad climática del planeta. No perdamos tiempo.

alfredkalt@gmail.com   

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.