SI ME PERMITE

Abone los sueños de su hijo

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“Lo que soñaste en tu juventud se convierte en realidad mediante las virtudes viriles; los primeros sueños no engañan. Pero debes saber que los sueños son hechos, y que sin trabajo nada lograrás. La virtud tiene una cara muy seria”, Ernst Moritz Arndt.

La diferencia entre niños que están dispuestos a pagar el precio para alcanzar una meta, a los que proyectan desgano y actitudes que solo demuestran falta de interés cuando tienen la oportunidad de hacer algo, está en que alguien en la vida encendió una chispa que los llevó a soñar en algo, que hoy se acaricia con la esperanza de algún día alcanzar, ya sea un trofeo, título o un bien que uno está anhelando tener.

No hay cosa más desagradable que, cuando se está ofreciendo la oportunidad de participar en algo, la respuesta sea mínima, o bien se le propone a un grupo involucrarse en un proyecto o actividad, y en el rostro se pinta la falta de interés y los argumentos para evadir el involucramiento. Pero es peor cuando alguien se ha esforzado al máximo para alcanzar algo y los demás quieren el mismo resultado sin haber pasado por el proceso de la formación.

Claro está que nuestros hijos, al igual que todos, quieren tener una licencia para conducir un vehículo, pero cuando se les indican las horas de práctica y que hay que someterse a un examen para que les permitan manejar, inician los argumentos de cómo hacer para evitar el proceso. Si hay que estudiar una carrera, que sea corta, y que no tenga cursos que me cuestan o no me gustan, porque lo que quiero es un título o bien un certificado que me acredite lo que quiero ser. El asunto es qué capacidad he desarrollado, qué destrezas he adquirido para poder funcionar cuando tenga que desempeñarme en lo que pretendo ser.

Si mi hijo tuviera que viajar a un país extranjero donde el idioma que se habla no es el mío, y las costumbres que se tienen no son afines con las que ha sido criado, pero mi interés es que se le envíe como representante, puedo formalizar todo lo de su viaje por escrito. El conflicto es cómo funcionar al llegar si el idioma no lo aprendí porque es muy difícil. Además voy a vivir a mi manera como lo hice en mi pueblo porque me cuesta adaptarme. Lógicamente sería un error que me enviaran, no solo para no pasar vergüenza sino para poder sobrevivir.

Pero si invirtiéramos las cosas, y yo un día quiero estar en una empresa donde ocupe una posición de liderazgo, tener una oficina elegante, un carro de lujo y todo lo demás, no se extrañe de que yo esté aprendiendo a manejar, esté leyendo cómo se decora una oficina para que sea funcional, por la simple razón que he aprendido a soñar para algún día alcanzarlo. Los padres de familia somos los responsables de poner la chispa inicial en nuestros hijos al observar las capacidades e intereses que muestran. No debemos desanimarlos por lo que cuesta llegar sino incentivarlos para llegar sabiendo que va a costar pero que vale la pena.

Para mendigar y pedir favores se necesita muy poco, pero para hacer nuestra parte y hacerla bien y que otros lo vean y lo valoren hay que esforzarse. Si juego pelota en mi vecindario y le pongo todo empeño, no sería extraño que alguien me vea y me recomiende para un equipo.

Soñemos, pero soñemos enseñando a nuestros hijos a no ser conformistas sino luchadores, para así tener a muchos que puedan alcanzar los trofeos que posiblemente nosotros ni visualizamos.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.