Lo absurdo y la literatura

Margarita Carrera

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En su obra El mito de Sísifo, de Albert Camus, este autor lo describe con estas palabras: “Es absurdo quiere decir es imposible, pero también es contradictorio; …La absurdidad será tanto más grande cuanto mayor sea la diferencia entre los términos de una comparación.

Hay casamientos, desafíos, rencores, silencios, guerras y paces absurdos. En cada uno de estos casos lo absurdo nace de una comparación…”. Es decir, el absurdo “surge de la comparación entre un estado de hecho y cierta realidad, entre una acción y el mundo que lo supera. Lo absurdo es esencialmente un divorcio”.

Al enlazar Camus el absurdo con lo imposible, entra en el campo religioso. No se vuelve hacia Dios sino para obtener lo imposible. En cuanto a lo posible, bastan para ello los hombres.

Al considerar el absurdo como lo contradictorio, nos salimos de lo estrictamente religioso y entramos en campo ilógico, pues se sale de la razón.

Repudiado por la filosofía racionalista, el absurdo se alberga en otro tipo de filosofía que va más allá de la razón y toma en cuenta la intuición y el inconsciente individual o colectivo.

Pero donde mejor tiene cabida es en el inmenso mundo del arte, el cual es producto de la mente y los sentimientos humanos. Primero pensamos y sentimos, después buscamos la justa expresión de ello.

En el campo de la literatura y de los diversos géneros literarios; pongamos por caso la narrativa, se nota que toda ella está poblada de absurdos.

El arte, en general, va más allá de la razón. Es el resultado de una experiencia anímica y de una técnica peculiar que tiene poco que ver con la razón; es más, en muchas circunstancias, se opone a ella, encontrando sus verdades en lo irracional.

Y lo absurdo es eso: lo irracional, aquello imposible que no podemos comprender con los mecanismos de la razón.

Aquí entra lo absurdo relacionado con la literatura fantástica de todos los tiempos. Si bien ya expuse cómo toda literatura, todos los géneros literarios, están plenos de absurdos, en ninguno, concluyo, se hace tan presente como en la narración fantástica, porque en la fantástica se enfrenta lo insólito, lo sobrenatural, a lo real.

Trata de exponer hechos, seres, situaciones que van más allá de la simple comprensión lógica o racional.

Es lo inusitado, lo mágico que rebasa el campo de la razón. El divorcio entre la razón y la sinrazón.

El desgarramiento o la oposición, se efectúa en un mundo religioso y mágico, en donde lo sobrenatural se impone a lo natural.

Hablar, pues, de literatura fantástica implica hablar de una literatura que esté regida por lo absurdo: ser o acontecer que sobrepasa la realidad, la lógica.

Y en la literatura fantástica se ahonda más el abismo entre lo explicable y lo inexplicable.

El humano enfrenta situaciones límite que le pueden conducir a la fe, una “fe poética” que acepta sin mayores conflictos lo imposible, o bien al vértigo y al espanto que provoca una sensación de angustia ante lo posible de la imposibilidad, ante la incapacidad de penetrar los profundos misterios y terrores que habitan este y otros posibles universos.

Que Latinoamérica es un continente en donde lo barroco cobra prodigios en insólitos desbordamientos ya se ha señalado en este y otros ensayos. Que vivimos en un mundo pleno de asombros también ya se ha mostrado.

Asimismo que estamos en un mundo pleno de prodigios y milagros. Ello se impone y rige de manera implacable.

Entenderlo no nos permite entrar en lo desconocido y lo absurdo. Algo difícil pero no imposible de entender

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