LA BUENA NOTICIA

Buen pastor

Víctor M. Ruano

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El cuarto domingo de Pascua es conocido como el Día del Buen Pastor, ya que cada año las comunidades cristianas reflexionan sobre un fragmento del capítulo 10 del Evangelio según San Juan, donde Jesús se presenta como el Buen Pastor que conoce y ama a su pueblo hasta dar la vida, y sus discípulos escuchan su voz y lo siguen.

La Iglesia, desde el año 1963, por iniciativa del papa Pablo VI, creó la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, para hacer realidad aquel llamado de Jesús: “oren al dueño de la mies para que envíe operarios a sus campos”. Estas palabras, aunque siempre se han referido a las “vocaciones de especial consagración”, donde se ubican los presbíteros, religiosos y religiosas, también son alusivas a todo laico que asume un liderazgo pastoral en la tarea misionera de la Iglesia y en la construcción de ciudadanía en la sociedad.

En el mensaje del papa Francisco, con ocasión de la 53ª Jornada de este año, titulado La Iglesia, madre de vocaciones, desea que todos los bautizados experimenten el gozo de pertenecer a la Iglesia y redescubran que laicos y “consagrados” en cuanto vocacionados nacen en el interior del Pueblo de Dios “y son dones de la divina misericordia”, puesto que “la Iglesia es la casa de la misericordia y la “tierra” donde la vocación germina, crece y da fruto”.

Con ello, el mensaje pontificio pone de relieve la mediación de la comunidad eclesial en el proceso vocacional que se origina “en la mirada compasiva de Jesús”, que llama a seguirlo y a participar de su misión. Por eso es que “conversión y vocación son como las dos caras de una sola moneda y se implican mutuamente a lo largo de la vida del discípulo misionero”.

El proceso evangelizador, en el que se deben involucrar todas las fuerzas vivas de la Iglesia, si es auténtico, conduce necesariamente a la adhesión a la comunidad cristiana. En vistas a esta incorporación comunitaria es que han de trabajar coordinadamente y de modo planificado las comunidades eclesiales, los ministerios confiados a los laicales y los ministerios ordenados, la vida consagrada, las comisiones de pastoral, los movimientos laicales, asociaciones religiosas y grupos cristianos, bajo la coordinación y animación de los consejos pastorales.

Estas fuerzas vivas, particularmente los movimientos laicales, si se abren a esta dimensión eclesial, ciertamente son “una riqueza de la Iglesia, aportan un nuevo fervor evangelizador y una capacidad de diálogo con el mundo”; de lo contrario, por muy entusiastas que sean, se quedan “solo con una parte del Evangelio o con solo una parte de la Iglesia”, o lo que es peor todavía, se convierten “en nómadas sin raíces” ((EG, 29).

Si en verdad asumimos que la Iglesia es madre de vocaciones, todos tenemos que involucrarnos en la tarea de “crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad” (EG, 188). Para ello el Papa nos pide “un testimonio de comunión fraterna, que se vuelva atractivo y resplandeciente”, nos recuerda que “estamos en la misma barca y vamos hacia el mismo puerto” y nos suplica que “pidamos la gracia de alegrarnos con los frutos ajenos, que son de todos” (EG, 99).

Los pastores al estilo de Jesús no son llamados “para un grupo o movimiento eclesial, sino al servicio de la Iglesia y del mundo”.

pvictorr@hotmail.com

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