DE MIS NOTAS

Cierre de telón

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Acorralado contra las sogas en una esquina del cuadrilátero de la Cicig, el presidente de la República ha decidido continuar la batalla desde las alturas de su resguardo presidencial con las ventajas y prebendas inherentes a su cargo. Su lógica kaibil es que puede luchar mejor desde la ventaja de un territorio controlado y dominado por él y su equipo —como lo es el Poder Ejecutivo— que desde la llanura.

Tiene lógica. Puede continuar utilizando todo el aparato de inteligencia de la Secretaría de Análisis Estratégico de la Presidencia, órgano estatal cuya función es “proveer al presidente la información y recomendaciones necesarias para prevenir y resolver problemas o riesgos para el Estado”. Además, la “Secretaría es un organismo civil, que puede acceder a la información de las fuentes públicas, al Ministerio de Gobernación y al Ministerio de la Defensa Nacional. Para ejercer el cargo de secretario de Análisis Estratégico de la Presidencia se requieren los mismos requisitos que se exigen para ser ministro, y gozará del derecho de antejuicio en la misma forma”.

El presidente, además, es el comandante en jefe del Ejército de la República. Dispone, dentro de la jerarquía militar de su investidura, de todos los recursos de inteligencia (escuchas telefónicas) y agentes encubiertos a su disposición. Una posición de esta envergadura es un blindaje nada despreciable para enfrentar una crisis.

Otra institución que maneja más de Q160 millones es la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad (SAAS), entidad que sustituyó al anterior Estado Mayor Presidencial y que se encarga además de la logística del binomio presidencial, de una serie de servicios de inteligencia y seguridad sumamente convenientes para un presidente enfrentando crisis.

Las consideraciones éticas y políticas que enfrenta el presidente no han tenido cabida para evaluar su renuncia. Lo que cuenta para él es su sobrevivencia. Es evidente que ha preferido paliar la tormenta política que lo agobia continuando en su cargo desde una posición de fortaleza.

No hay duda de que los cálculos de riesgo de su equipo de asesores, planteándose diversos escenarios, le han aconsejado —según ellos correctamente— para minimizar sus debilidades y maximizar sus fortalezas.

En donde es muy vulnerable el presidente Otto Pérez Molina es en su comunicación estratégica. El contenido de su discurso el pasado domingo, tanto en tono como en contenido, le abrió flancos innecesarios de confrontación. Acusó a los empresarios de “dirigir la corrupción aduanera”. El hecho de ampliar el señalamiento hacia todo un gremio sin matices ni distinciones diferenciadores evidencia poco cálculo del costo beneficio de tal aseveración. También señaló a la comunidad internacional de “perseguir intereses particulares, en lugar de los del pueblo de Guatemala”. Este señalamiento también fue desafortunado para el presidente. Solo logró —sin ningún objetivo estratégico— profundizar la crítica contra él y fortalecer a sus opositores.

El tono del discurso fue también totalmente impertinente. Su entrega discursiva contenía una carga histriónica muy negativa incompatible para el momento, el cual exigía serenidad y seriedad para alinearse con la crítica del pueblo. Sonaba más a discurso de campaña política que a un mensaje del presidente abordando la peor crisis de su gobierno.

Si pretendía rescatar algo positivo de su entrega al admitir la corrupción, lo perdió cuando pidió perdón por la corrupción “que otros hicieron”. El no haber previsto estas reacciones evidencia una percepción errada de los sentimientos del pueblo por todo el escándalo de la corrupción.

Por último, Pérez Molina, confundiendo el clamor de la sociedad demandando su renuncia, con supuestos riesgos de gobernabilidad, comunicó una velada amenaza de movilización de la “Guatemala profunda rural”. Algo que también solo logró potenciar aún más el rechazo a su persona.

De seguro tiene un plan B…

alfredkalt@gmail.com

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.