REGISTRO AKÁSICO

Confabulación mayamera

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Un grupo de seis mil cubanos realizó un itinerario extenso para presentarse en las oficinas fronterizas de EE. UU., para acogerse a la política de pies secos. Esta permite a los cubanos que se presenten a la autoridad migratoria norteamericana, en tierra firme, ingresar sin trámite.

Inicialmente llama la atención el costo del viaje. Boleto aéreo de La Habana hacia Ecuador. Luego viaje por tierra o avión a Costa Rica. Lo que sitúa el gasto alrededor de US$1,500. Se les cobró otros US$500 para llegar a Guatemala y continuar su camino. En pocas palabras, el viaje resultó cercano a los US$3,000. Como todo observador puede apreciar en las fotos, los viajeros no se mostraban como personas que disponían de esa cantidad de dólares. De dónde se deduce que fueron financiados en su desplazamiento, por familiares que residen en los EE. UU. u organizaciones con intereses en la política norteamericana.

En Miami, nadie se hace responsable de haber realizado ese gasto. Ni familiares, ni organizaciones relacionadas con Cuba apoyaron la oleada migratoria. Al contrario, se destacó por muchos comentaristas y organizaciones civiles, que esos viajeros iban a impactar negativamente en los servicios sociales del Condado de Miami Dade. Con tales alarmas se busca obtener ayuda federal adicional para atender la emergencia. Así, resulta que los causantes de la migración persiguen ventajas financieras para su localidad y presionan al presidente Obama.

Además, la ganancia política es doble. Por una parte, la salida de esas personas busca resaltar las difíciles condiciones de vida en Cuba, donde el bloqueo deprimió el nivel de vida de la isla. En consecuencia, se continúa con las diatribas contra el régimen cubano presentándolo como una dictadura causante de las salidas. Por otra parte, se acusa al presidente Obama de sostener una política equivocada, pues si no hay una modificación del régimen político, cualquier atenuación del bloqueo incrementará la migración. Así, el Gobierno norteamericano debiera concentrar sus esfuerzos para atacar al Gobierno cubano, para evitar nuevas oleadas de inmigrantes en sus fronteras, según los confabulados.

Todo esto quedaría en un asunto bilateral si no hubiera impactado al Sistema de Integración Centroamericano, donde el presidente costarricense realizó un berrinche de los que acostumbra. Existen países que impiden que se sobrevuele su territorio sin haber obtenido visa, aunque no se ingrese al país, como Canadá. En nuestro caso, los gobiernos centroamericanos se convirtieron en facilitadores para que esos viajeros alcanzaran su destino, como si no existiera la deportación para quien transita sin visa.

No se trata de negar el derecho de locomoción, así como fijar la residencia en cualquier lugar de la tierra. La migración es un derecho humano. Cualquier persona tiene la facultad de desplazarse, siempre que cumpla con los requisitos administrativos que no hagan nugatorio ese derecho.

Lo que molesta es haber observado, en esas semanas, a las connacionales madres de familia deportadas de EE. UU. Algunas regresaban con sus hijos norteamericanos. Eran trabajadoras que desempeñaban un empleo, no reclamaban ayudas especiales, tenían casa y pagaban impuestos. No causaban problemas, fueron detenidas por omitir algunos trámites administrativos.

A la par, una intriga política facilita el viaje y coordina a las autoridades de todos los países centroamericanos y México. ¿Tan poco valemos los migrantes salvadoreños, hondureños y guatemaltecos, que se amerita la deportación por falta de documentación?

ESCRITO POR:

Antonio Mosquera Aguilar

Doctor en Dinámica Humana por la Universidad Mariano Gálvez. Asesor jurídico de los refugiados guatemaltecos en México durante el enfrentamiento armado. Profesor de Universidad Regional y Universidad Galileo.