PLUMA INVITADA

Confianza ciudadana

Carlos Alberto Cerda

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Recientemente el expresidente uruguayo José Mujica señaló con vehemencia en Guatemala —VI Foro Regional Esquipulas— que “los pueblos perdonan los errores del Estado, pero lo que no toleran es que les estafen la confianza”. La expresión se recibe en un país que demanda una nueva forma del ejercicio de la política. Asimismo, la sentencia del líder suramericano induce indirectamente a reflexionar sobre cómo la participación ciudadana en las políticas públicas puede incidir en que el Estado cuente con la confianza de la ciudadanía y la política recobre su verdadera esencia.

En la medida que el ciudadano conozca y participe en forma organizada en los asuntos públicos, el Estado gozará de prestigio y reconocimiento. Con motivo de resaltar el valor de la participación ciudadana en la administración pública, Valdivieso (2008) explica que esta es un bien público y, por tanto, debe ser alentada por un Estado que genere las condiciones prácticas para que ella sea efectiva. Para que esta participación sea responsable, las personas deben estar informadas sobre cómo funciona el sistema y cuál es su fin, y esto es una parcela del terreno de las políticas públicas.

Se dice que una política pública corresponde a aquellos cursos de acción y flujos de información relacionados con un objetivo político definido de forma democrática, los cuales son desarrollados por el sector público, con la participación de la comunidad y el sector privado (Lahera, 2004). Una política pública seria y eficiente incluye una riqueza de contenido, instrumentos de medición y resultados claramente definidos. El caso de Corea del Sur es digno de citar, un país pequeño y relativamente pobre, que enfoca su mirada en la educación, innovación tecnológica y estabilidad democrática (desarrolladas con políticas públicas), hace que en poco tiempo se convierta en una potencia industrial con incidencia estratégica en el plano regional e internacional.

En el contexto de la elección de las máximas autoridades del Estado, es válido que la ciudadanía se pregunte con honestidad ¿qué oferta de los partidos políticos corresponde a una futura política pública democrática capaz de aglutinar a todos los sectores de la sociedad para enfrentar con unidad, inteligencia y fuerza la pobreza, la desigualdad y el atraso? Cierto es que no hay una única respuesta para resolver los desafíos más sentidos por la ciudadanía; no obstante, lo que no es admisible es que las organizaciones políticas, en su afán de acceder al poder, endulcen el oído del votante con promesas electoreras, que además de ser incoherentes con la realidad nacional y regional constituyen simples ocurrencias ideadas para solapar negocios oscuros. Quizá está aquí la génesis de la estafa.

La participación ciudadana en los asuntos públicos a través de políticas capaces de responder a los principales desafíos de orden nacional y regional puede contribuir a que el Estado recobre la confianza de la población, y la política, ciertamente, se convierta en lo que está llamada a ser: el “arte del bien común”.

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