EDITORIAL

Continuación de manifestaciones

La tercera presencia masiva de ciudadanos en el parque central capitalino y en los de varios departamentos debe ser comprendida como lo que es: una expresión clara de que llegaron a repudiar una de las peores lacras del sistema político: la corrupción. No se puede olvidar que el pueblo guatemalteco, en más de medio siglo, por temor o dejadez no expresa abiertamente sus criterios, no se había manifestado en forma oral o escrita, y mucho menos con la asistencia espontánea a manifestaciones.

Al analizar con algún detenimiento lo que está ocurriendo desde hace un mes, se puede notar que estas manifestaciones de repudio comenzaron con una exigencia: la renuncia de la entonces vicepresidenta Roxana Baldetti, por complicidad de los casi increíbles malos manejos de ella y de la serie de achichincles lacayunos, testaferros, en todas las acciones de gobierno en las que participó.

Lograda esa meta, la exigencia subió de tono al ser dirigida contra el presidente Otto Pérez Molina, quien no supo o no deseó comprender el mensaje popular, y si bien forzó la salida de la cuestionada funcionaria, se equivocó al defenderla y alabarla públicamente. Pronto llegaron las exigencias de renuncia del mandatario, quien se fue quedando solo y, sobre todo, convirtiéndose en el símbolo de los males políticos del país. Posteriormente, algunos de sus detractores parecieron darse cuenta de los problemas de acefalía práctica que tendrá su salida del gobierno.

Es evidente que la presencia de manifestantes se ha mantenido en un número similar, pero que se pueden observar cambios en los sectores sociales participantes. El sábado se hicieron presentes por primera vez delegaciones indígenas, grupos de artistas y en general el abanico de las peticiones se han ido ampliando. Por ello, para hacer un cálculo de cuántas personas se han presentado al frente del Palacio Nacional es válido sumar las cifras de las tres reuniones populares, que han mantenido sus características iniciales de voluntariedad y de un orden absoluto.

Cada vez aumentan los temas en las pancartas. Ahora se señalan los urgentes cambios a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, pero que sean efectivas, al menos algunas de ellas, para las elecciones que se encuentran a apenas 98 días de distancia. Es evidente la relación entre estos cambios y el posible logro de reducir, al menos, los casos de corrupción. Pero esto no tiene posibilidad de logro si no actúan de manera correcta quienes tienen en sus manos la aplicación del sistema de justicia.

Es imposible lograr resultados distintos con formas iguales y haciendo lo mismo. Por eso urge un pacto nacional, un compromiso de todos los sectores sociales, para permitir que el proceso electoral llegue al 6 de septiembre próximo. La petición de la renuncia del presidente Pérez Molina debe ir acompañada de un plan de acción inmediata, en especial lo referente a los comicios. Las manifestaciones, que no hay motivo para dudar de su repetición, deben centrarse en este punto. De lo contrario, pueden desvanecerse por cansancio y con ello abrir una caja política de Pandora.

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