La demanda de homicidios

Conceptualizar el asesinato como un bien demandado, que tiene precio, permite hacer muchas cosas con el lente del análisis económico. Quizá haya que reconocer que el asesinato no escapa a la ley de la demanda, es decir, a precios mayores se demandará una menor cantidad, y a precios menores se demandará una mayor cantidad. Un precio elevado, por ejemplo, sería el alto riesgo de castigo seguro y severo, y un precio bajo sería poco riesgo de recibir castigo severo.

El tema de la pena de muerte tiene muchos matices, pero se puede abordar desde dos ópticas: la ética y la utilitaria. Abordar el tema en el campo de la ética plantea preguntas como: ¿es correcta la pena de muerte? ¿Es justa? ¿Tiene el Estado (“la sociedad organizada”) derecho de quitarle la vida a una persona? La respuesta a estas preguntas está atada a las creencias y valores de las personas, a la percepción del bien y el mal y del deber ser. Son preguntas difíciles sin respuestas exactas. El análisis económico o la estadística no pueden aportar nada al problema ético, no hay nada que decir. Como dice Mises, la ciencia no nos puede decir lo que debemos hacer, solamente lo que podemos hacer si queremos alcanzar ciertos fines. Por ejemplo, la física o la aerodinámica no nos dice que debemos volar, pero sí señala los medios que podemos emplear si queremos volar.

La óptica utilitaria se pregunta: ¿es efectiva la pena de muerte? ¿Es la pena de muerte un fuerte disuasivo a la comisión de homicidios? ¿Funciona? Desde esta óptica, la ciencia económica y la estadística tienen algo que decir, ya que la pregunta está afuera del ámbito del deber ser y no busca una respuesta normativa sino más bien descriptiva.

Un estudio seminal de Isaac Ehrlich se propuso medir la demanda de asesinatos, examinando datos para el período 1935-1969 en Estados Unidos, usando la cantidad de homicidios cometidos —cantidad demandada— y la cantidad de ejecuciones —precio—. Cabe resaltar que no usó la existencia de la pena de muerte, sino el número de ejecuciones, como estimador del riesgo de ser ejecutado. Los resultados fueron sorprendentes. De acuerdo con las estimaciones de Ehrlich, cada ejecución adicional reducía por ocho la cantidad de homicidios. En otras palabras, la pena de muerte no es efectiva; es su aplicación, la seguridad de que la pena será aplicada y que el asesino será ejecutado la que es un fuerte disuasivo a la comisión de asesinatos.

La línea que separa lo ético y lo utilitario puede ser nebulosa. Una persona puede estar de acuerdo con que la pena de muerte es efectiva para reducir los homicidios, pero opuesta a ella por motivos éticos, mientras que otra puede pensar que no funciona pero estar a favor, por considerarla justa.

Al trabajo de Ehrilch le siguieron muchos estudios, algunos confirmando sus resultados y otros, poniéndolos en duda. Pero sobre lo que hay bastante consenso y evidencia es que la seguridad de castigo severo es altamente disuasiva. Subir el precio baja la cantidad demandada.

fritzmthomas@gmail.com

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).