CATALEJO

Dureza de la ley es demoledora

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LA HISTORIA SE ESCRIBE muchas veces en períodos cortos. Los cuatro meses pasados desde el inicio de las manifestaciones contra la corrupción, inesperadamente constantes y largas, apenas significan cuatro meses de la vida guatemalteca desde el nacimiento de esta nación en 1821. Pero lo ocurrido en la última semana se convirtió en una etapa histórica muy pequeña pero de enorme efecto. El jueves pasado, más de cien mil personas de todos los estratos sociales se dieron cita en la Plaza de la Constitución en numerosos grupos de corta permanencia en el lugar, pero sustituidos por otros similares, por lo cual el parque estuvo siempre lleno. Apenas cinco días después, el Congreso debió ceder y tomar la decisión política más importante de este siglo.

EN EFECTO, LOS diputados asistentes al hemiciclo votaron unánimemente por retirar la inmunidad al presidente de la República, quien ya en la situación de ciudadano común y corriente, aunque en el ejercicio de su cargo, fue objeto de arraigo, una de las decisiones jurídicas a mi criterio más humillantes, debido a sus implicaciones y a la causa por la cual se aplica: la creencia de la posibilidad de fuga. Desde un punto de vista eminentemente personal, observar a la gente bailando y cantando con evidentes signos de alegría por las dos decisiones legales de una jornada sin precedente, también debe ser un hueso muy duro de roer. Es una prueba de la demoledora fuerza de la ley, y de la culpabilidad causada por errores a veces hasta increíbles.

LO OCURRIDO AYER ES UN HECHO político, pero además puramente electoral, a causa de unas elecciones generales a apenas cuatro días de distancia, las cuales pueden verse afectadas por causa de la madre naturaleza si el próximo domingo continúan tormentas como la existente en la parte norte de la ciudad, prolífica de rayos y truenos, en el momento de escribir este artículo. La suerte del mandatario tuvo dos orígenes: sus decisión personal de actuar como si nunca iba a salir a luz la corrupción imperante en su gobierno, mayor en mucho a la existente en los anteriores, y también a la serie casi interminable de acciones cuestionables de sus principales colaboradores, muy mal escogidos y siempre dispuestos a quedarse con todo.

El CONGRESO, A PESAR DE LO decidido ayer, aún sigue teniendo el mal nombre de siempre. A mi juicio, los votantes dominicales castigarán a los diputados de los partidos tradicionales. Es necesario cambiar la forma de elegir a los parlamentarios, impedir el transfuguismo, el clientelismo, porque es fuente de negocios turbios relacionados con la parentela de quienes ocupan las curules. Esta vez, permitieron al sistema legal continuar su camino, como lo había expresado el mandatario el lunes. Por esa causa, creo yo, el presidente Pérez Molina no puede rechazar lo ocurrido ayer por la tarde en el hemiciclo. Claramente, algunos de los votantes se voltearon gracias a sus intereses partidistas o personales, pero es parte de la inmoralidad política.

CASI MEDIO SIGLO HE estado en las lides periodísticas, en diversos niveles de responsabilidad, pero nunca pensé ser testigo ni comentar acerca de algo como lo ocurrido ayer. Sin embargo, el imperio legal es una base fundamental para permitir el funcionamiento de una sociedad. Los guatemaltecos tienen en sus manos ayudar al cambio necesario para el país: no votar el domingo por las agrupaciones políticas grandes, sino por aquellas colocadas en el centro de la lucha. Esto es sobre todo importante en el tema del Congreso. Los aspirantes a la presidencia deben tomar en cuenta los acontecimientos de los últimos días, porque hacen historia. El castigo a solapar o participar en corrupción provoca vergüenza cuando se recibe merecidamente.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.