ALEPH

¿Efímera indignación?

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Nunca como en el siglo XX se tomaron las calles de las grandes y pequeñas ciudades del mundo por multitudes desencantadas e indignadas. Mayo del 68 fue un claro ejemplo de ello, y esencial fue entonces el papel que jugaron los medios de comunicación. La televisión, juguete nuevo de los años de 1960, fue la ventana del sesentayochismo y no se arrodilló frente a ningún poder, con lo cual las imágenes de aquellas marchas multitudinarias nutrieron con bastante fidelidad el relato de la historia.

No eran marchas que a la semana se olvidaran. Sus profundas motivaciones permanecían en las calles tomadas, y sus ecos resonaban en las paredes de las sociedades que las atestiguaban por largo tiempo. Llegaron a tocar, incluso, a generaciones que no las vivieron en carne propia. Hoy, algo está cambiando, y quizás estemos demasiado cerca aún de los hechos como para perfilarlos mejor, pero es innegable la transformación.

A pesar de la primavera árabe, del movimiento de personas indignadas en el mundo, de las protestas mundiales por los ataques terroristas a diestra y siniestra, o de las marchas reivindicativas de tantos movimientos y sectores por todo el planeta, la forma de tomar las calles ha ido transformándose. Quizás es que hay un activismo en red que no había antes. Quizás los medios de comunicación tradicionales están muy cerca del poder y el internet esté cambiando la forma en que la indignación se expresa. Quizás ahora la velocidad pide marchas multitudinarias y olvidos inmediatos. O quizás es que las ideas que levantan estos movimientos ya no tienen la solidez que se precisa para perdurar.

El hecho es que hoy las indignaciones son válidas e imprescindibles, más imprescindibles que nunca, pero son también más efímeras. Como el arte efímero, que se traza en arena, esperando que la ola siguiente se lleve la mejor escultura. Somos más valientes porque somos más virales, y nuestras calles y avenidas ya no son de cemento, sino de información. En milésimas de segundo, por Twitter, Facebook o Whatsapp, entre otros, tocamos a nuestro vecino del otro lado del mundo. Es tiempo de hacernos nuevas preguntas, para llegar a otras respuestas. A lo mejor hace cinco décadas los movimientos se hacían con los pies, y de los pies se llegaba al centro de la tierra. A lo mejor hoy, en el siglo XXI, los movimientos no tienen la forma vertical, sino en red (¿a mayor anchura menos profundidad, o es sólo que ahora la fuerza está más en la relación y el movimiento que en el paso de la gente?).

Cada continente y cada país tienen su propia historia en esta ruta colectiva de la indignación. Freud consideraba el comportamiento de masa como un estadio primitivo de la especie humana; Elías Canetti dijo algo con lo que me identifico: que Freud la concebía así porque sólo se había basado en las masas belicistas y germanófilas que había visto en las calles de Viena antes de la Primera Guerra Mundial. Canetti, pensamiento tan vigente para seguir hablando hoy de esto, definió distintos tipos de masa, y trazó la relación entre poder y masa. Hoy, habría que repensar el fenómeno de la protesta social, de los movimientos sociales, de lo que significa el término “masa”, de cara a las nuevas maneras de relacionarnos con el poder, no sólo porque este exista o no.

Tenemos motivos suficientes para indignarnos todos los días en todas partes del mundo. Sólo en Guatemala tres periodistas son asesinados en una semana; entre 17 y 20 personas son asesinadas cada día; uno de cada dos niños y niñas menores de 5 años están desnutridos; y 750 mujeres son asesinadas cada año. Y me quedo corta. Hay asimetrías profundas en el acceso a las oportunidades y en el manejo del poder. Hay movimientos sociales, claro que los hay. Pero aún no logramos ver claramente sus formas, su intención profunda y sus alcances.

cescobarsarti@gmail.com

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.