CON NOMBRE PROPIO

Fut y elecciones

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Nuestra selección de fut despierta, pase lo que pase, grandes ilusiones. La ansiedad llega al tuétano y los ánimos cargados de esperanza se suman a las imploraciones milagrosas, temporada a temporada soñamos con un mundial, con una copa oro, o algún título regional que nos haga salir de las casas, ondear banderas, llenar calles, tocar bocinas, ponernos camisolas y sentirnos satisfechos como partes del triunfo azul y blanco.

Hemos invertido en estadios. El Mateo Flores no está mal, existe otro en La Pedrera y de nuevo se usa el adefesio del Estadio del Ejército por la remozadita que le dieron. En los departamentos se han invertido fuertes cantidades para ver jugar, lindos los escenarios en Coatepeque, San Pedro La Laguna, San José Petén, entre otros.

Tenemos dirigentes que han ocupado cargos en la Fifa y Concacaf, nos hemos codeado con los grandes. Además, son reelectos año con año porque tienen “apoyo”. Pero torneo a torneo los sinsabores son grotescos. Al finalizar las experiencias, siempre con sabor amargo, decimos: se debe trabajar más con los patojos, se debe insistir en resultados, debe haber más fogueo, debe invertirse en semilleros, y así cada quien brinda su receta para que, de nuevo en próxima ocasión, nos carguemos de esperanza, ansiedad y expectativa, aunque el punto es claro: debe invertirse y promoverse a los jugadores.

Viene esto del fut a la cabeza porque estamos a las puertas de una nueva reforma electoral en donde habrá cambios para el Tribunal Supremo Electoral (que emula al árbitro de un juego), para los partidos (que representan a los dirigentes), pero ni una coma se toca en torno a los jugadores de la democracia, que somos los electores. Así las cosas, si en el fut celebramos como victoria los empates, en la democracia celebramos que contamos votos, no más.

La reforma electoral olvida a los principales. Queremos tener democracia, pero sin empoderar a los ciudadanos. Así es como seguimos la receta del fut. Queremos llegar al Mundial, pero para eso invertimos en estadios, en dirigentes y patrocinios; sin embargo, no hacemos nada con los jugadores, y de hecho hasta son tratados, en algunos equipos, como cualquier cosa, menos como deportistas que sudan su camiseta con pasión y amor a sus colores.

No esperemos que con reformas de ocasión la democracia funcione, porque para echarla a andar en primer término deben saltar a la cancha los verdaderos jugadores, y en este juego el elector es el principal. Estimar que marcar figuritas para llevar al poder a auténticos delincuentes o desconocidos que han hipotecado nuestro futuro por medio de financiamientos obscuros e indecentes es democracia, no solo es un error sino un suicidio colectivo.

La primera función de una elección es legitimar el poder. Entonces, si contestamos con un sí la siguiente pregunta, sintámonos satisfechos, y si contestamos con un no, aflijámonos. ¿Con mi voto siento que mando y escojo a los mejores para dirigir el país?

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.