ALEPH

Jóvenes, este es su país

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Recuerdo con frecuencia una de aquellas preguntas que nos marcan la vida. El auditórium de una universidad guatemalteca estaba lleno de estudiantes. Casi al final de nuestra conversación dije: “La estafeta es de ustedes”. Inmediatamente noté que uno de ellos, ante esa provocación, me miró sin parpadear. Sabía que luego vendría su pregunta. Y llegó. “Carolina, ¿entonces lo que usted nos está diciendo es que ahora nos toca hacer lo que ustedes no pudieron hacer bien?”

Tenía cientos de pares de ojos encima, esperando la respuesta. Habría querido repreguntarle un “¿Dígame usted qué piensa?”, pero decidí saltar de la cama de clavos y responder algo como: “Por supuesto, de eso se trata el relevo de la vida, que cada generación vaya tomando de la anterior sus grandes contribuciones y olvidos, para hacer avanzar el mundo.” Frente a la crisis actual que vivimos en Guatemala, quiero provocar a ese 70% de la población guatemalteca que es menor de 29 años. Quiero decirle a esas mujeres y esos hombres jóvenes que trabajan, estudian, aman y se relacionan cada día, que la estafeta es suya.

Entiendo que una buena porción de ese 70% carece de empleo, de acceso a la educación y a la salud, y también carece de oportunidades de desarrollo o de reconocimiento. Por eso, precisamente, es que le toca a la juventud actual ayudar a impulsar los cambios que Guatemala está pidiendo. Desde aquel primer #RenunciaYa, muchos jóvenes se han sumado a distintos movimientos que están cuestionando este orden de cosas. Sus aportes, en distintos niveles, sectores y grupos, están siendo fundamentales para el cambio que queremos lograr. Claro que, desde el adultocentrismo que prevalece en nuestro país, generalmente se tiende a cortarles la inspiración y se les insta a no ser radicales en sus ideas, o a no hablar demasiado recio, o a medir bien los escenarios. Esto hasta podría estar bien, si antes hubieran podido jugar en el marco de una democracia participativa que les permitiera ejercer su ciudadanía, y si hubiera habido un peloteo de ideas entre generaciones. Pero ahora venimos a pedirles que se comporten como ciudadanos y ciudadanas, cuando no están entrenados para debatir o para proponer y ni siquiera viven en un territorio con las características de un país.

No mitifico a la juventud y creo en el diálogo intergeneracional, pero tengo certeza de que en Guatemala tenemos una deuda histórica también con ese sector. Hay millones de jóvenes postergados. La educación (con excepciones) es pésima y no los ha enseñado a pensar sino a obedecer. Hay miserias estructurales que han relegado a muchos a los neo ejércitos del crimen organizado. Nuestros imaginarios están llenos de prejuicios y dogmas, mientras que a través de los medios y redes la juventud puede conectarse a lo inimaginable. Los impulsos publicitarios martillean cada día su psique, y tienen (algunos) más información que nunca antes. ¿Cómo procesarla para no ser consumidores pasivos o personas enajenadas de su mundo?

Este es el país de los jóvenes, y no sólo porque ellos y ellas sean mayoría, sino porque son una mayoría minorizada en términos de las decisiones de su propio presente y futuro. Este puede ser el país de los jóvenes porque ya lo ha sido antes. Como fue aquel donde vivió mi bisabuelo Buenaventura Echeverría, uno de los 311 ciudadanos que en junio de 1944 le escribieron una carta a Ubico, solidarizándose con la juventud: “La juventud, señor Presidente, jamás vibra al impulso de mezquinas tendencias y, por el contrario, interpreta y encarna los ideales más limpios y las más nobles aspiraciones”.

Días después, luego de la represión a los manifestantes del 25 de junio y apoyados por la gente, aquellos 311 publicaron otra carta donde pidieron la renuncia del dictador: “Tales aspiraciones se concretan visiblemente, palmariamente y de manera incontrovertible en la necesidad sentida por todos, como única solución patriótica y conveniente, la de que usted renuncie en forma legal a la Presidencia de la República”. Cinco días después, Ubico renunciaría. Jóvenes, Guatemala es de ustedes.

cescobarsarti@gmail.com

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.