PANÓPTICA

¿K’atun 2032?

FRANCO MARTÍNEZ-MONT *

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Luego de tirar la casa por la ventana en el Teatro Nacional —el equipo SWAT tropical, evitando un segundo autoharinazo de la vicepresidenta—, la ciudadanía crítica pregunta: ¿qué pasó con el K’atun 2032? ¿Cómo se va a operativizar? ¿Pasará al olvido con el cambio de gobierno? ¿Quiénes son los ganadores con el K’atun 2032?

El K’atun 2032 plantea una apuesta por el desarrollo sostenible, aunque los ejes estratégicos, la ideología subyacente y los atropellados procesos metodológicos y de validación reflejan que el plan se decanta por una visión de democracia económica y de mercado, un modelo que invisibiliza el pluralismo jurídico y político —la construcción de la nación no figura como prioridad—.

Por otro lado, refuncionaliza el modelo de desarrollo neoliberal, acumulativo de la riqueza, concentrador de la renta e ingreso, oligopólico e insostenible medioambientalmente —la soberanía alimentaria como una quimera—.

Sus referentes teóricos están representados por el neoliberalismo económico y político (Friedman, 1992; von Mises, 2001; Hayek, 1982; Williamson, 1989), que pregona una estabilización macroeconómica, desregulación para atraer inversión extranjera, privatización de bienes y servicios estatales, reformas tributarias marginales, seguridad jurídica para la propiedad y tasas de intereses determinadas por el mercado —los bancos multilaterales consolidando la dependencia—, tendientes a fortalecer las bases de la gobernanza corporativa.

Los principales cuestionamientos del K’atun 2032 son: i) no existió una hoja de ruta clara —planificando haciendo—; ii) se buscaba armonizar con otros procesos de planificación territorial, pero estos no cuentan con implementación; iii) no se priorizaron problemáticas estructurales desde el análisis estratégico —un costal atrapalotodo—; iv) la representatividad y legitimidad de los actores, y la democratización en la toma de decisiones fue precaria; v) un proyecto técnicamente ambicioso, pero política y presupuestariamente inviable hoy por hoy —crisis de las finanzas públicas—; vi) ausente de un decreto ley que institucionalice el plan —la ley de planificación y evaluación de la gestión pública durmiendo el sueño de los justos—; y vii) un margen limitado de negociación e incidencia política con grupos de capital organizado y del mismo gobierno.

A manera de colofón, el K’atun 2032 surge por varias razones, a saber: a) como un proyecto inconcluso y de arrastre que no se había culminado en el marco del Sistema Nacional de Planificación (ideado y financiado por el BID y el BM); b) como condicionante de los países donantes en el marco de hacer efectiva la Declaración de París (contar con una estrategia nacional de desarrollo); y c) como una exigencia de los grupos corporativos del país al Estado para legitimar sus nuevos negocios (energía, transporte, banca, telecomunicaciones y seguridad) y recambios en el modelo de desarrollo, insertándose de manera más simétrica a las fauces del capitalismo global, donde ahora el Plan de la Prosperidad es la brújula regional para la nueva oleada de privatización y control socioterritorial de Estados Unidos.

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