EDITORIAL

La expresión no es presión

El tema de la conveniencia o inconveniencia de que sea prorrogado el mandato de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) adquirió el lunes un nuevo giro, cuando el presidente Otto Pérez Molina interpretó como “presiones” las notas de prensa y de quienes escriben opiniones a favor de que esa instancia originada internacionalmente permanezca en el país por otro período.

En las mismas declaraciones, el gobernante aseguró que con o sin la Cicig poco cambiará en el país si no se realizan reformas legales y constitucionales. Ese criterio, que en su contexto general es aceptable, provoca también preocupación, porque pareciera que modificar la Carta Magna es una condición para que él tome una decisión que, obviamente, debe ser calificada de soberana por cualquier jefe de Estado extranjero que visite el país.

Por esa causa no tiene mucha consistencia señalar que el presidente Mariano Rajoy se haya pronunciado en similares términos, ni que el canciller Carlos Raúl Morales tenga un documento al respecto, firmado por países hispanoamericanos. En cuanto a la valoración periodística de los hechos, es claro que la manera contundente de las declaraciones del vicemandatario estadounidense Joe Biden, en pro de la Cicig, no dejaron duda de la postura de ese país, aunque fueran pronunciadas en escenarios alejados del ámbito protocolario.

La libertad de emisión del pensamiento, con serenidad, tiene uno de sus principales valores en el hecho de que sus criterios sean distintos a los de los gobiernos o de cualquiera de los poderes del Estado. Considerarlos una presión es una forma demasiado amplia para definir ese término, porque para que sea efectiva se debe tener la posibilidad de actuar de manera coercitiva, calidad que no pueden tener noticias ni comentarios, y que ni siquiera es su intención.

Por otra parte, es también muy cuestionable hablar de “la Prensa”, en general, como si fuera unánime en sus criterios. Lo que existen son medios y personas que tienen por profesión la de informar, y pobladores con voluntad de comentar los hechos cotidianos con base en su experiencia personal. De allí emana la riqueza contextual de las columnas y los editoriales, cuya característica principal es la subjetividad, porque representan el parecer de un ciudadano, que puede o no coincidir total o parcialmente con el de otros.

No es exagerado señalar de nuevo que es enorme el riesgo de que la Constitución sea reformada por un Congreso como el actual convertido en una constituyente. En pocas palabras, es prueba de inocencia pensar que fuera cumplido un acuerdo para que esos cambios solo incluyan unos pocos artículos. Surgiría una ley de leyes guatemalteca que estaría al servicio de intereses ajenos a los de la ciudadanía en general, a lo que contribuiría que las circunstancias históricas son distintas y que la actividad política del país se ha convertido en pretexto para tomar decisiones con dedicatoria o para el pillaje. Los dos temas hoy referidos solo demuestran nuevamente que el tema de la Cicig posee aristas sorprendentes.

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