PERSISTENCIA

La libertad humana

Margarita Carrera

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En la actualidad, según mi criterio, es ya casi imposible filosofar sin tener en cuenta el psicoanálisis. Los descubrimientos que de la psiquis ha realizado Freud no pueden permanecer al margen del quehacer filosófico, pues ello limita, de manera categórica, el pensar.

Tomemos, por caso, uno de los valores humanos fundamentales: la libertad. El cual acarrea tras de sí otro valor de índole ético; a saber: la responsabilidad, íntimamente ligada con el deber ser y el sujeto moral.

A la pregunta ¿es libre el hombre? se ha de responder basándose no únicamente en el punto de vista filosófico, también en el psicoanalítico, si es que se quiere obtener una réplica que se aproxime a la verdad.

A través de la historia de la filosofía se ha sostenido de manera predominante este criterio: el hecho de que el hombre, en su obrar, pueda “elegir” entre varias posibilidades, es prueba de su libertad.

Ahora bien, ¿quién dirige esta elección en el alma humana? Si aceptamos como cierta la aseveración del psicoanálisis, que descubre en la interioridad del hombre el mundo instintivo, la respuesta puede ser la siguiente: hay una fuerza interior poderosísima (el “ello” o “lo inconsciente”), que influye en la elección. Esta fuerza se impone tan enérgicamente en el humano que su libertad, que proviene de su razón, está condicionada al mayor o menor conocimiento que esta tenga de su propio mundo instintivo. Así, pues, generalmente la elección entre varias posibilidades que realiza el humano, es gobernada, en alto grado, más que por la razón, por la sinrazón mundo inconsciente, oculto en la zona más profunda de su psiquis. Ello limita, o bien, anula la libertad entendida a la manera de la filosofía tradicional.

Entre los más destacados filósofos que detectan este poder del inconsciente está Federico Nietzsche, uno de los grandes precursores de Freud. Por ello la comprensión cabal de su filosofía únicamente puede hacerse con la ayuda del psicoanálisis.

Según Nietzsche, solo existe un mundo, el de la “physis (Naturaleza); el otro mundo, el de la metafísica, el mundo platónico de las ideas, es tan solo una ilusión. Por lo tanto, el hombre es “physis” y está gobernado por la “physis”. En tal caso, los actos humanos están “más allá del bien y del mal”, pues no se diferencian de los procesos naturales: así, “Todo lo que existe es justo e injusto, y en ambos casos está igualmente justificado”. La moral, como consecuencia, desaparece, lo mismo que la libertad. Luego, un hombre enfurecido que ocasiona destrozos se asemeja a una tempestad incontrolable. A ninguno de los dos fenómenos se les puede detener ni juzgar, pues ambos son fuerzas de la Naturaleza que cumplen su acción destructiva inexorable.

La libertad como facultad del humano a obrar independientemente de su mundo instintivo, de sus impulsos y tendencias naturales, es imposible por la propia “physis” (Naturaleza) del ser humano. En otros términos, los instintos —la fuerza más poderosa de su Naturaleza— explican el proceder, la conducta humana. Así, para Nietzsche, “es disparatado alabar o censurar a la Naturaleza y a la necesidad”.

Tal postura de Nietzsche, rechazada por la filosofía racionalista, que no admite las ocultas fuerzas instintivas, es ampliamente comprendida y luego comprobada científicamente a través del psicoanálisis. Este tiene como punto de partida el mundo instintivo del humano. Así, frente al psicoanalista, el humano trata de averiguar el porqué de su proceder enigmático que le conduce al sufrimiento. La revelación de su inconsciente, la liberación experimentada por el análisis que realiza de este por medio de su razón, le llevan a comprenderse a sí mismo y a los demás. Pero se da cuenta de que su conducta está “más allá del bien y del mal” al descender a las ocultas zonas de su psiquis, que encierra sus mejores y peores sentimientos.

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