CATALEJO

La predecibilidad de los politiqueros

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ES FRANCAMENTE FÁCIL predecir cómo actuarán los politiqueros ensartados en este momento en el Congreso de la República, sumisos lacayos de dueños de partidos. Harán lo más inconveniente para el país y la generalidad de la población, de la cual se mofan como efecto de la burla a las leyes, de las manipulaciones y de las güizacherías. En esas condiciones, enfrentarse con los medios legales en la mano a quienes actúan de esa manera, solamente es dejar un nombre limpio ante la Historia, como enlodado quedará para quienes en los últimos cuatro gobiernos se han empeñado en demostrar la imposibilidad de rescatar a un país de quienes utilizan medios democráticos, pero en forma retorcida, para luego destruir a la democracia.

LOS CAMBIOS A la ley electoral, de más está decirlo, son urgentes. Pero por desgracia están condenados al fracaso, como lo demuestran las acciones realizadas en el Congreso ante las sugerencias hechas por grupos sociales no solo bien intencionados, sino preocupados por el futuro del país. La exigencia generalizada de la aprobación de los cambios no ha tomado en cuenta un factor fundamental. Esas sugerencias de cambios no serán simplemente aprobadas, porque significan e implican terminar con muchos de los abusos y contubernios. Quienes las han presentado, como todos los guatemaltecos de buena voluntad, se imaginaron a los diputados levantando la mano para aprobarlas. La realidad califica a esa exigencia como actitud inocente.

A LAS PERSONAS GUATEMALTECAS y extranjeras cuya actitud fue de oposición a la exigencia popular de exigir la aplicación de esos cambios para las elecciones programadas para dentro de 30 días, también se les puede señalar una parte de esa candidez. No se pueden lograr resultados distintos haciendo lo mismo, ni se puede pedir a quienes actúan mal un cambio súbito de intención y de conducta. En la realidad, dura pero evidente, esa exigencia ciudadana de cambios en las reglas electorales y de integración, funcionamiento y patrocinio económico de los partidos políticos va poco a poco disminuyendo su sentido. Se deben ver los cambios propuestos por los legisladores guatemaltecos, verdaderos mercaderes de la política y verdugos del país.

SE HA HABLADO CON ALguna frecuencia de la necesidad de hacer cambios a la Constitución. Este instrumento legal básico no ha sido puesto en vigor en su totalidad, por lo cual debe ser aplicado primero, e interpretado por juristas, políticos y especialmente ciudadanos sin esas dos categorías. Como todo cuerpo legal, es perfectible y debe ser posible hacerlo. Sin embargo, la cruda realidad actual permite predecir los peligros de muerte para la democracia representados en convertir al próximo congreso en una Asamblea Constituyente. Sería suicida para el país, porque los avances serán eliminados —como las leyes de rango constitucional— y quedarían artículos cuya burla es una de las razones de la actual crisis nacional.

LAS ELECCIONES SERÁN realizadas en un ambiente de apatía. Como yo veo las cosas habrá una participación ciudadana menor, porcentualmente y tal vez hasta en número. Las posibilidades están abiertas a la entronización de quienes, sobre todo en estos últimos cuatro años, son los responsables del caos actual a causa de las ilegítimas y espurias alianzas entre patriotistas y lideristas. Puede también triunfar un voto antisistema, variante del voto antigobierno de todas las elecciones realizadas desde 1984. Ciertamente existen mecanismos de corrección, pero necesitan de gente decente. Y no la hay en números suficientes.

NOTA: El Catalejo anterior se publicó con un titular distinto. El artículo se llama “Algunos números de las elecciones”. Es ejemplo de yerro del autor no descubierto después. La responsabilidad es personal y también las disculpas.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.