SI ME PERMITE

La verdadera fe para heredar

|

“No legaré a nadie un reino que no heredé, sino que adquirí por la fuerza y a costa de sangre. Lo dejaré en manos de Dios, aunque me alegraría que lo consiguiese mi hijo”, Guillermo I (rey de Holanda).

La vida que vivimos es aquella en la que buscamos alcanzar logros, bienes y valores y esperamos que nuestros seres queridos que nos siguen lo aprecien, acepten y los hagan suyos valorándolos como nosotros los hemos valorado.

He oído de muchos que se les hace cuesta arriba para que los que están con ellos sigan la fe o religión que ellos profesan, y muchas veces se han sentado a investigar dónde está la dificultad o cuál es la razón para que los que vienen detrás de ellos sigan con la devoción o la práctica que han desarrollado toda su vida.

Lamentablemente es común buscar culpables antes de buscar responsables, y analizar el papel que ellos han jugado para poder ver a los suyos que son los que más aman, les acompañen en sus vivencias de fe.

No solamente en lo que uno ha vivido, sino también cuando observa a los que lo rodean, se debe aceptar lo diferente que es lo que se habla a lo que se vive y los marcos de exigencias que imponen en las prácticas religiosas; que lo único que logran es distanciar a los que viven con ellos.

Debemos admitir que muchas veces contestamos cosas que nadie está preguntando, y predicamos demasiados valores que deberíamos primero vivirlos y luego que se nos observen, así será mucho más fácil que nos imiten o nos acompañen.

Las costumbres religiosas que solo se circunscriben a ejercicios externos poco invitan para ser asimilados, porque normalmente se lucen y cuando la realidad de la vida empieza a llevarnos por situaciones no fáciles de tolerar cuesta mantener la altura que enunciamos cuando solo estábamos cuidando las apariencias religiosas. Por ejemplo, en momento de dolor y adversidad la fe es fundamental y si se la tiene es más que evidente de lo cual poco hay que hablar.

En otras de las cosas que se hace muy evidente la fe que queremos dejar como herencia, es cuando estamos en el medio de donde nos toca vivir, el cual difícilmente podemos escoger y compartimos nuestra vida con gente la cual a veces es difícil de tolerar por su temperamento, carácter, edad o estado de salud.

En esos momentos nuestras prácticas piadosas no son las que hablamos, sino las que proyectamos por el modo como dejamos que la vida transcurra y los demás observan y hacen sus respectivas conclusiones. Claro está que a nuestras espaldas los comentarios no se dejan esperar, sean estos positivos o negativos empiezan a circular y si son congruentes con nuestra fe afirman nuestro ser y nuestro ejemplo es seguido sin tener que promocionarlo.

Lamentablemente debemos aceptar que la fe genuina ha llegado a ser una cosa muy cosmética y de perfil superficial. Cuando nos reunimos estamos preocupados de exhibir lo que somos y según nosotros es lo mejor y algunas veces si se hacen comentarios las personas no lo toleran mucho y aun muchas relaciones se enfrían por asuntos puramente de convicciones piadosas.

Usted y yo en marcos muy personales debemos definir dónde estamos parados en nuestra fe y el porqué, y por encima de las opiniones de terceros proseguir en nuestro diario vivir con esa fe. Le aseguro que si nuestra convicción es genuina y sincera para con Dios, no tardará en tener a sus seres queridos acompañándole y agradeciéndole por el modo de como es.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.