PERSISTENCIA

Los primeros filósofos rebeldes y trágicos

Margarita Carrera

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Heráclito siente desprecio por la religión popular y por “los traficantes de misterios que entretienen la ignorancia de los hombres sobre el más allá”.

Al politeísmo de la religión popular opone un panteísmo físico. El alma, exhalación cálida, gobierna al cuerpo como el fuego al mundo y se transforma del mismo modo que el fuego. La inmortalidad del alma no existe.

Bréhier expone “… que no hay doctrina cosmológica que no sea, al mismo tiempo, médica…”. En esta forma Hipócrates, con influjo heracliteano, afirma que la salud lo constituye el ajuste de las dos fuerzas opuestas, “el fuego motor y el agua nutricia”. En tal forma: “Todo es semejante, siendo distinto; todo idéntico, siendo diferente; todo en relación y sin relación; todo inteligente y sin inteligencia”.

La corriente psicoanalítica freudiana retomará esta filosofía y sobre ella levantará su ensayo: El arco y la lira, en la que juega poética y filosóficamente con los contrarios: “la inmovilidad es una ilusión, un espejismo del movimiento; pero el movimiento, por su parte, es otra ilusión, la proyección de Lo Mismo que se reitera en cada uno de sus cambios y que, así, sin cesar nos reitera su cambiante pregunta —siempre la misma—”.

Sin aludir a Heráclito, este se encuentra presente no solo en el título que escoge Octavio Paz para su obra, sino el contenido total de la misma.

Conclusión: el influjo de Heráclito cobra, en el presente, la majestuosidad poética y la verdad filosófica (que incluye la médica) renegadas por la filosofía tradicional, racional y teocéntrica que, como ya ha sido expuesto, surge con Sócrates, Platón y Aristóteles, culminando en el mundo moderno con Descartes y Kant.

Tito Lucrecio Caro (c. 98-55) Si en Grecia Heráclito de Éfeso es el más connotado filósofo que representa la corriente filosófica rebelde, trágica y antropocéntrica, en Roma lo es Tito Lucrecio Caro.

Su obra, basada también en la Naturaleza, la intituló De Rerum Natura (De la Naturaleza de las cosas). Se trata de una exposición, bastante sistemática, en seis libros, de la física de Demócrito, pero de acuerdo a la adaptación de Epicuro.

El contenido de su obra, que tiene un alto giro poético a la manera de Heráclito, es el siguiente: los dos libros primeros tratan de la naturaleza y movimiento de los átomos; en el tercero y cuarto libro, expone la psicología epicúrea: la esencia del alma y su naturaleza mortal, así como el mecanismo de las sensaciones; los dos últimos libros vuelven al tema cosmológico.

Lucrecio se preocupa por la salvación del hombre del miedo y del dolor en este mundo. Piensa que lo único que puede rescatarle es el estudio de la Naturaleza: Si el hombre pudiera conocer “… la causa de su mal, dejándolo todo, aplicaríase primero a estudiar la Naturaleza, pues lo que se discute no es la condición de una hora, sino la de la eternidad en que han de pasar los mortales todo el tiempo que les queda después de la muerte”.

Trata, entonces, de convencer que la muerte no nos afecta: “Nada es, pues, la muerte, y en nada nos afecta, ya que entendemos ser mortal la substancia del alma. Y así como en el pasado ningún dolor sentimos, así cuando ya no existamos, consumado el divorcio, del cuerpo y el alma, cuya trabazón forma nuestra individualidad, nada podrá, sin duda, acaecernos, ya que no existiremos. (Continuará)

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