CON OTRA MIRADA

Antípoda del rey Midas

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Al rey de Frigia, llamado Midas, lo conocemos por el don de convertir en oro todo lo que su cuerpo tocara, obtenido mediante subterfugios del genio Sileno. Su reino se fija en Macedonia, por lo que como guatemaltecos no nos une parentesco ni vínculo alguno. Sin embargo, quizás por algún maleficio, llegamos a ser la encarnación de su antípoda: a todo lo que tocamos sucede lo que a los alimentos, luego de pasar por el estómago… Eso viene a cuento a propósito de lo que hemos hecho con La Antigua Guatemala.

El afán por la conservación de los monumentos históricos empezó con la Carta de Atenas (1931). Localmente, el Instituto de Antropología e Historia fue creado como consecuencia de la Revolución de 1944. Al final de la II Guerra Mundial (1945) se firmó la Carta de las Naciones Unidas y fue creada Unesco para contribuir a la paz, desde las ciencias, la educación, la cultura y las comunicaciones. De la evaluación de daños causados a ciudades como Praga, Berlín y Londres, tuvo la misión de proteger el legado histórico de la humanidad y evitar que semejante barbarie vuelva a ocurrir.

En 1964 se aprobó la Carta Internacional de Atenas para la Conservación y Restauración de Monumentos y Sitios, de la que en 1969 se desprendió la Ley Protectora de La Antigua Guatemala, que para entonces ya daba señas de deterioro. La tarea de conservación emprendida permitió proponer incluirla en la Lista del Patrimonio Mundial de Unesco, lo que se dio en 1979.

Las primeras administraciones estructuraron el Consejo Nacional para la Protección de La Antigua Guatemala e iniciaron trabajos de rescate, limpieza y consolidación de algunos monumentos. Por medio de cursos sobre conservación de bienes muebles, seminarios y congresos sobre conservación y restauración de monumentos en áreas sísmicas, el Consejo se proyectó internacionalmente.

La Ciudad fue admirada, visitada y tomada como ejemplo de intervención por ser del siglo XVIII y estar conservada en el tiempo; tener vocación habitacional, cultural y turística, pero sobre todo, por ser símbolo de identidad cultural.

En 1996 publiqué en la revista Crónica un artículo sobre el deterioro de La Antigua, comparándola con Escuintla, pues hacia 1925 lucían parecidas. Ante el descuido, Escuintla, en menos de 25 años convirtió sus casas en comercios y la ausencia de planificación urbana y territorial la llevaron a ser una de las ciudades más feas del país, comparable a Chimaltenango o cualquiera otra de nuestro país.

La primera Facultad de Arquitectura (1958) incluyó dentro del pénsum la cátedra de Psicología del Arte, que impartió el licenciado Jaime Barrios Peña; más tarde se eliminó. Puedo asegurar que el furor por destruir y no conservar lo que tiene valor histórico, junto al deleite ante la fealdad, nada tienen que ver con los procesos creativos del urbanismo y la arquitectura, sino con la falta de identidad y rasgos mentales de gobernantes y gobernados. Sería bueno conocer la opinión de los expertos en esa materia.

El atractivo de la ciudad conservada y la dejadez administrativa propiciaron que fuera ocupada por comercios de poca monta y bares escandalosos, que en un 50% son ilegales. Hoy hay tráfico de drogas, trata de personas y asaltantes venidos de nuestras vecindades departamentales a cuidar y lavar carros y, de paso, asaltar a sus propietarios. Los vecinos reclaman la ausencia de autoridad que les genera inseguridad y merma del 30% de venta en sus negocios.

Pareciera que la histórica ciudad entró en el tracto digestivo del país para convertirse en aquello que sabemos sale después del proceso.

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.